Por: Gustavo De la Rosa para Sin embargo.
Los discursos de políticos y funcionarios son causa del
surrealismo que ha convertido a México en un país que parece un argumento
cinematográfico de Antonin Artaud. Acá en el norte, sufrimos la peor
parte de la guerra de Calderón. En estos últimos cinco años prácticamente
estuvimos a merced de las bandas homicidas. Sólo en Juárez se asesinaron a
10,300 personas, hay más de 8 mil lisiados por heridas de armas de fuego y más
de 50 mil damnificados directos de los muertos entre los que se cuentan unos 20
mil huérfanos. Más de 400 personas sufrieron secuestro. Se cerraron más de
5,000 negocios y todavía pagan extorsiones unos 3,000 pequeños y grandes
inversionistas. El número de autos robados rebasa los 30 mil de los cuales,
alrededor de 10,000 lo fueron mediante el uso de la violencia.
Aunque la
Constitución dice que todas las autoridades deben limitar sus actos por el
catalogo de Derechos Humanos, aún en épocas de inestabilidad social, lo cierto
es que aprovechando la ingobernabilidad total que generaron los combatientes
del narco, las fuerzas del orden se comportaron con todo el autoritarismo que
suelen usar en territorio ocupado. Algunas dependencias más, otras menos, se
fueron de la mano, sobre todo actuaron con total impunidad en los allanamientos
y la tortura como método de investigación, las detenciones arbitrarias y las
alteraciones de los documentos procesales para enjuiciar a los delincuentes.
Incluso hay varios casos de desaparición forzosa y ejecución extrajudicial. Los
derecho humanistas protestamos; algunos con su activismo tocaron vasos
comunicantes entre la delincuencia y las policías y lo pagaron con su vida. Sin
embargo, lo más duro era el juicio fácil de la sociedad, la cual justificaba
los excesos por el tamaño de la tarea que estaban cumpliendo los policías.
Muchos ciudadanos honestos nos decían: “pues qué quieres que hagan los
policías, si se están ejecutando de a diez malandros diarios y secuestros y
extorsiones. Tienen que ser duros, muy duros, y claro que en el remolino van a
pagar justos por pecadores”. Y como políticamente la voz del pueblo es la voz
de Dios, tuvimos que luchar contracorriente. Pero el último año y más
concretamente el último semestre la violencia ha bajado espectacularmente. Como
subió, bajó. Estamos promediando sólo 2.5 veces los índices de violencia
normales para esta ciudad –el último mes tuvimos un asesinato diario, contra
diez del 2010, casi estamos en lo habitual. Aunque todavía hay algunas islas
territoriales y materias en que tenemos altos índices de ilegalidad, podemos
decir que los indicadores nos informan que Juárez vuelve a ser la misma ciudad
muy violenta, muy activa, industriosa, muy liberal, casi descarada, noctámbula,
irreverente, mal vestida de antes, y los juarenses nos sentimos muy bien con
nuestras identidades basadas en el trabajo y el esfuerzo. Aquí todo se vende y
todo se compra y el dinero gira a una velocidad vertiginosa, empiezan a surgir
negocios de la nada y la gente sonríe embromando al propietario sobre el color
de su dinero, pero bueno así es Juárez y tenemos más de cien años siendo así.
¿Por qué íbamos a cambiar por una simple guerra?, si ya pasamos por tres en
nuestro territorio la juarista (1865-1867), la Revolución (1910- 1930 sic) y la
del Narco-Gobierno (2008-2012), y los efectos de otras cuatro guerras
extranjeras (la primera, la segunda, Corea y Vietnam). Pero lo que ahora nos
sorprende es el cambio del discurso de las autoridades. Cuando el miedo era
dueño de la ciudad, estaban empecinados en declarar que todo iba bien, que no
se escucharan a los voceros del desastre, que los periódicos y las televisoras
que publicaban los hechos exageraban las circunstancias y alarmaban
innecesariamente a los juarenses. Nos pedían que habláramos bien de Juárez, que
les dijéramos a nuestros amigos que vinieran a visitarnos, mientras ellos se
iban a vivir y a cenar a El Paso. Hasta organizaron una jornada de recuperación
de la ciudad llamada “Juárez Competitiva”, que terminó en un fraude escandaloso
con el director del mismo enfrentando acusaciones judiciales. Así que los
juarenses que nos quedamos en la ciudad –yo me desterré a El Paso; seis meses
después regrese y aquí sigo y ya muchos están volviendo– veíamos una ciudad
aterrorizada y escuchábamos un discurso casi esquizofrénico que hablaba de otra
realidad. Llegamos a festejar el Grito de Independencia con el presidente en el
palco municipal y ni un sólo civil en la explanada, sólo policías. Pero el
presidente sí salió en televisión y la ciudadanía gritó “¡Viva México!” desde
sus sillones de sala. Ese fue un Juárez kafkiano. Sin embargo, ahora que la
tormenta ha amainado, ahora que deberían de cambiar el discurso con un
contenido más optimista, más amable con los juarenses, cuando deben
fortalecerse la vida comunitaria. Los políticos abusan de una sospechosa
cautela, la frase que más les gusta es “No echemos las campañas al vuelo”, y a
continuación explican: debemos mantener la guardia en alto. Esto es, los
constantes recorridos de la policía buscando delincuentes casi inexistentes,
los allanamientos a las casas, la detención masiva de trabajadores con su
correspondiente multa, la tortura indiscriminada para que los detenidos
confiesen pecados no cometidos, una soberbia actitud de los agentes del orden,
exigiendo respeto y obediencia. Otra vez sentimos que es la esquizofrenia la
que ilumina a los políticos. Pero no, ellos son soberbios pero pragmáticos al
mismo tiempo, las facultades extraordinarias que asumieron de facto durante la guerra,
les pueden ser muy útiles en tiempos de paz. Ahora pueden allanar la casa del
que no le paga una deuda al compadre, aterrorizar a la mujer que le exigió la
pensión alimenticia a un comandante de policía, detener al trabajador que
demandó laboralmente al negocio del tío del amigo del presidente, que al fin y
al cabo la guerra contra la delincuencia continúa. Este es el momento de
reconocer que la paz vuelve a Ciudad Juárez y que las facultades
extraordinarias han terminado; ya los ciudadanos sufrimos mucho en la batalla
para que nos hagan pasar por las “horcas caudinas” en los tiempos de paz. Es
tiempo de empezar a aplicar la ley contra la tortura recientemente aprobada por
el Congreso del Estado. Con tal motivo, saludamos la campaña en contra de la tortura
que algunas ONGs, encabezadas por El Centro Paso del Norte, están impulsando,
aunque nos sorprendió el silencio del encargado de la oficina de la Comisionada
de las Naciones Unidas para los Derechos
Humanos en México que en su reciente visita a Juárez, a constatar las
condiciones de encierro de “Israel Arzate”, un caso paradigmático de tortura
militar vinculada a la investigación de la masacre de Salvarcar. Porque ir a la
zona donde tal vez haya mayor incidencia de tortura por los gobiernos civiles y
seguir insistiendo en la tortura de los militares, suena como la música de los
Bee Gees, agradable pero fuera de temporada.
Este contenido ha sido publicado originalmente por
SINEMBARGO.MX en la siguiente dirección: http://www.sinembargo.mx/opinion/06-11-2012/10533.
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