Con información de La Jornada.
Las experiencias con una carga emocional son generalmente
mejor recordadas que las triviales. Por ejemplo, narramos con precisión un
aparatoso accidente de la infancia o una fiesta de graduación, pero se nos
dificulta detallar el desayuno de hace un par de días.
Los estudios hechos en roedores indican que esto ocurre por
la acción de las hormonas liberadas durante episodios cargados de emoción sobre
determinadas regiones del cerebro. Ahí, las neuronas tienen en la superficie
moléculas receptoras de esas secreciones, que, al activarse, desencadenan
procesos celulares que culminan en la consolidación de la memoria.
Las principales estructuras cerebrales en las que se habían
analizado estos mecanismos son la amígdala (encargada del procesamiento y
almacenamiento de las emociones) y el hipocampo (relacionado con la ubicación
espacial).
Un equipo de investigadores del Instituto de Neurobiología
de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), en el que participa Gina
Quirarte, también integrante de la Academia Mexicana de Ciencias (AMC), dio a
conocer en 2007 que dos tipos de sustancias liberadas, una hormona glucocorticoide
y un neurotransmisor, la acetilcolina, también tienen efectos sobre el núcleo
estriado (estructura comúnmente relacionada con el control motor del cuerpo).
En otras palabras, el estriado también participa en la consolidación de la
memoria emocional.
A mediados de este año, el equipo publicó un trabajo en la
revista Frontiers in Behavioral Neuroscience, en el que demuestran que cuando
ponen a ratas en una tarea de aprendizaje con una carga emocional negativa (en
particular, que aprendan a evitar un choque eléctrico en las patas), el
almacenamiento de la experiencia en el estriado se facilita por interacciones
entre las dos hormonas, en este caso, producidas por el estrés.
De acuerdo con la doctora Gina Quirarte, quien ha dirigido
dichos estudios, los hallazgos son relevantes porque hay evidencia de que el
estriado también participa en la formación de la memoria de procedimiento (en
los humanos, por ejemplo, la que nos permite recordar cómo amarrar una agujeta)
y de la memoria a largo plazo (como los hábitos).
Gina Quirarte aclaró que aún falta detallar mucho más cómo
ocurren estos mecanismos y si hay otras hormonas involucradas. Mi laboratorio
maneja técnicas conductuales como primera intención; todavía debemos hacer
estudios bioquímicos para ver si los receptores de ambas hormonas están
localizados en la misma neurona y ahí ocurre la interacción, o si sucede cuando
una neurona que tiene el receptor para un neurotransmisor (la acetilcolina) se
conecta a otra con receptor para glucocorticoide.
Aunque su equipo de trabajo no está enfocado a la
investigación clínica, afirmó Quirarte, sus estudios podrían tener un papel
significativo en la creación de terapias dirigidas a mejorar o empeorar la
capacidad de aprendizaje y memorización mediante fármacos que surtieran efectos
parecidos a los de las sustancias que ellos utilizaron, y reforzando con
experiencias positivas o negativas.
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