Nota de La Jornada.
Lograr la sensación de frescura y libertad es el principal
desafío que la ilustradora austríaca Lila Wolfsgruber se fija a priori en cada
libro que hace o participa.
Lo anterior, porque está firmemente convencida de la
ineludible responsabilidad que tienen esos objetos de papel y tinta como
herramientas de conocimiento, pero también como portadores de sentimientos,
emociones y belleza.
Cada libro es una obra única que puede contener literatura o
ilustraciones, o ambas, y por ese simple hecho debe ser una pieza hermosa que
puede tenerse en la mano, tocarse, ser agradable a la vista y amable al tacto,
sostiene.
Un libro, finalmente, es un amigo inseparable, un tesoro, un
consejero, una guía que ayuda a desarrollar las ganas de saber o de sentir; en
él se transportan la literatura, la poesía, el conocimiento.
De allí que la artista plástica, una de las más reconocidas
en su país, considere que la única parte ingrata y desagradable de su trabajo
es cuando un libro suyo o de cualquier persona queda mal impreso.
Los problemas intrínsecos a mi trabajo, de cómo quiero o
debo hacer algo, cómo contarlo, son realmente circunstancias menores,
situaciones personales a las que se enfrenta todo creador, sea escritor o
pintor, dice
Lo único que no me gusta de mi trabajo es cuando un libro no
le hace justicia a los originales, cuando queda mal impreso. Eso me entristece
y hace enojar.
Taller para ilustradores
Dedicada desde 1984 al ámbito de la ilustración de libros
infantiles y juveniles, donde es una de las más importantes personalidades a
escala mundial, Linda Wolfsgruber se encuentra en México como la ilustradora
invitada de la 32 Feria Internacional del Libro Infantil y Juvenil (Filij), que
tiene lugar en el Centro Nacional de las Artes.
En el transcurso de esta semana impartió un taller a
ilustradores mexicanos, como lo hará a partir del lunes en la ciudad de Oaxaca.
Este sábado, en tanto, participó en la presentación del libro Brunilda y la saga
del anillo, editado por Colofón, cuya autoría comparte con el escritor y músico
mexicano Jorge Luján.
Trabajar para niños es una gran alegría, algo que me gusta
mucho hacer, comenta la creadora en entrevista. Desde mi época de estudiante
era a lo que deseaba dedicarme. De eso han pasado muchos años y me sigue
apasionando como entonces.
A decir de Linda Wolfsgruber, el contacto con los niños es
esencial para quien se dedica a la ilustración infantil. Por eso, ella realiza
muchos talleres para pequeños, incluso con aquellos que ni siquiera saben aún
leer ni escribir.
Es sorprendente lo que uno puede entender y aprender de
ellos. Eso me gusta mucho de lo que hago resalta. Me gusta ver sus reacciones,
cuando les cuento la historia y luego cuando les enseño las ilustraciones. Es
muy feo que al presentar un libro uno no logre atraer su atención; por fortuna
me ha pasado muy poco.
Una de las ilustraciones de Lila Wolfsgruber para Brunilda y
la saga del anillo
El advenimiento y la propagación cada vez más amplia del
libro electrónico es un tema que poco afecta y afectará al ámbito de los libros
infantiles ilustrados y, en general al libro impreso, considera la artista.
Estoy convencida de que el libro nunca desaparecerá; por su
propia belleza es algo para ser usado. Es muy bonito, por ejemplo, tener entre
las manos un libro viejo, porque, sin fijarse en el contenido ya nos cuenta
algo. Hay que pensar por cuántas manos ha pasado, quiénes lo han leído, qué han
sentido o pensado, de qué les ha servido, comenta.
“Eso no significa que esté contra el avance tecnológico. Es
muy cómodo, por ejemplo, el uso de dispositivos electrónicos para leer, pues
ahorran espacio y peso. En un Kindle uno puede traer decenas de títulos.
“Sin embargo, la sensación del papel entre las manos y ante
la vista es algo único, excepcional, lo mismo que el olor incomparable de los
libros. Tuve un amigo muy querido que murió hace 12 años. Su olor y el de su
casa eran muy particulares, pero obviamente estos se fueron perdiendo en mi
memoria con el paso del tiempo. Hace poco estuve en la que era su biblioteca y
al abrir un libro volvieron esos aromas; fue algo muy lindo y emotivo. El
libro, per se, insisto, como un objeto, nos cuenta ya muchas cosas, al margen
de su contenido.”
Acerca del libro Brunilda y la saga del anillo, Linda
Wolfsgruber destaca que representó un gran desafío que le obligó a documentarse
de forma exhaustiva, por tratarse de una versión de una ópera –El anillo del
nibelungo, de Richard Wagner– de la que existen múltiples montajes escénicos.
Destacó la lectura que Jorge Luján hace de esa monumental
tetralogía, así como la manera que el texto del escritor mexicanos y sus
imágenes logran interactuar en el mencionado volumen para contar una historia
que habla sobre la codicia, la avaricia, el incesto, la traición, el amor que
trasciende los siglos, el poder, la ley, y una figura femenina extraordinaria.
“Es un libro para niños grandes y jóvenes. El tema es muy
musical, aunque no podamos escucharlo. Se trata de una historia muy dramática y
que nos golpea como nos golpean las actuales circunstancias en el mundo.
Tengo la esperanza de que esto que me ha conmovido tanto sea
capaz de conmover a otros; espero, con mis ilustraciones, poder llegar al
corazón de los lectores y que les signifique algo, finalizó.
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