viernes, 9 de noviembre de 2012

LOS VACÍOS EDUCATIVOS


Por: Flor de Liz Pérez Morales                

Dice un viejo dicho popular: “Cuando ves las barbas de tu vecino cortar pon las tuyas a remojar”; esto sale en referencia al accidente ocurrido a las personas del Instituto Tecnológico de Centla que en estado de ebriedad se accidentaron y algunos de ellos perdieron la vida después de acudir al evento de Chico Tec. Lo innegable y lamentable del asunto finalmente son las muertes que en nada remedian las circunstancias. Sin embargo la situación también trasciende a otros aspectos socialmente críticos.

Al respecto emergen algunos puntos de análisis, entre ellos los apuntes primarios que deslizan preguntas significativas: ¿Son este tipo de actividades el impulso clave que se debe trazar en la educación para los jóvenes, desde las instituciones? ¿Cuál es papel actual de la escuela? ¿Es pertinente la formación del sujeto bajo este modelo educativo seguido en Tabasco? ¿Perdimos el rumbo?

Precisemos en algunos casos de lo asumido en Tabasco. Comencemos en los niveles básicos, donde desde el parvulito se comienza a formar en la idea una cultura que se mide por la belleza física reñida en los niveles de competencia corporal. El mercado de la estética se pone, pues a la orden del día. En esa mirada se desarrollan en abundancia los concursos de belleza escolares y de todo tipo que muy alejados de las capacidades intelectuales entrenan a los estudiantes para concebir la vida en los valores del canon mediático. Así se llega a una educación donde encontramos el impulso a concursos tan exóticos como: Señorita Primavera, Señorita Bachilleres de Tabasco, la Flor del Pueblo, y por supuesto Señorita Universidad, Señorita Tec y Chico Tec, entre las múltiples y variadas formas que repiten y emulan el esquema del adiestramiento mediático.

Cuando particularmente busco las analogías de estos concursos en las instituciones serias de educación media y superior, es imposible encontrarlas. La UNAM, la UAM, o el propio IPN, no tienen entre sus fines este tipo de eventos, y tampoco en muchas instituciones de educación superior en el centro del país. Pero sí existen sus referencias en algunas instituciones del sur de México, y casi siempre en las entidades donde la educación se cuestiona en sus niveles de calidad.

Se puede sustraer de la reflexión, no sólo una valoración que implique a la formación del sujeto, sino también lo que esto mismo conlleva. ¿Cuánto gastan las instituciones educativas en este tipo de eventos? La respuesta no requiere de mucha profundidad. Se gasta mucho dinero, cantidades grandes que se miden en la fastuosidad y oropeles de las celebraciones. Es impresionante lo que se mira en las reseñas de los diarios, publicados con la pompa de las circunstancias, lo hecho por el Colegio de Bachilleres y la propia UJAT. Recursos que aluden necesariamente a las propias carencias de recursos académicos para la formación en las aulas. Televisión, prensa escrita, y redes sociales resaltan los esquemas de una cultura apropiada por los medios y empresas, y repetidas sin medida por la escuela, y que no pueden sino traducirse como la vacuidad de las instituciones.

En el sentido más estricto educar sería formar al sujeto para explorar y desarrollar el conocimiento en una perspectiva, sí se busca, humanista. ¿Cómo contribuyen entonces estos eventos a la educación? ¿Cómo entonces nos podemos explicar muchas cosas que pasan, sí cotidianamente estamos llevando una formación con fines que atraviesan la lógica del pensamiento y que evidentemente están convirtiéndola la escuela en un centro de entrenamiento cada vez más alejado de objetivo cognitivo? Sustancialmente entraríamos a los terrenos de la reflexión conceptual: la crisis de las instituciones y por ende la crisis del sujeto.

La institucionalidad de la escuela se puede entender en la regulación adecuada de la conducta y el conocimiento social. Pero lo cierto es que las entidades educativas hoy en día plantean una brecha que abren el punto de conflicto en la incomprensión de sus propios compromisos sociales. Gillles Lipovetsky lo plantea desde el hiperrealismo. En sus palabras las razones se esgrimen así: “…el fantasma singular, el hiperrealismo se convierte en el juego puro ofrecido al único placer de la apariencia y del espectáculo… ( ) En ninguna parte el fenómeno es tan visible como en la enseñanza donde en algunos años, como la velocidad del rayo, el prestigio y la autoridad del cuerpo docente prácticamente han desaparecido. El discurso del maestro ha desaparecido, banalizado, situado en el mismo plano que el de los mass media y la enseñanza se ha convertido en una máquina neutralizada por la apatía escolar, mezcla de atención dispersa y de escepticismo lleno de desenvoltura ante el saber”.

Bajo este esquema podemos entender entonces por qué nuestros chicos bachilleres y universitarios están más interesados en el glamour y cada vez menos en una participación ciudadana ad hoc y con las condiciones de una entidad y de un país que diariamente es asfixiado en esta sintonía. El conocimiento como tal no es un reto que los lleve a conducirse en la escuela como estudiantes centrado en  el pensamiento científico-social, sino como sujetos proclives a la banalización de sí mismos.

En esta misma reflexión Lipovetsky puntualiza: “…por el hecho de que los grandes valores del modernismo están a su vez agotados, ahora el progreso, el crecimiento, el cosmopolitismo, la velocidad, la movilidad así como la Revolución se han vaciado de su substancia”.

Comprender esta situación lleva a otras implicaciones, donde el Estado en materia de políticas educativas ha deslindado y evadido sus propias responsabilidades, desvirtuándolas con mecanismo y distractores que inciden en la formación del sujeto; abundan así instituciones y estudiantes que no logran concebir su participación en el mundo para la democrática, la convivencia y sensibilidad social con los otros y con su propio entorno natural.

En este sentido no perdamos de vista, dice Juan Delval, que la educación debe de facilitar la integración de un sujeto a la sociedad, capaz de aportar su contribución a la actividad colectiva, que pueda propiciar el desarrollo de su inteligencia, de su capacidad cognitiva, para que pueda interpretar la realidad natural y social.

Lo ocurrido entonces en el accidente de los jóvenes de Centla, obliga a la reflexión de actuares que ahora se colocan como escenarios demandantes, donde la escuela tendría que impulsar proyectos más adecuados para los jóvenes, que contrarresten en mucho la indolencia del vacío social.

No hay comentarios:

Publicar un comentario