Un interrogador de la Luftwaffe, la fuerza
aérea alemana, se destacó por usar la persuasión en lugar del castigo
para lograr la colaboración de pilotos aliados prisioneros en la Segunda
Guerra Mundial.
Según el historiador Julian Putwoski, fue el
primero que sistematizó la amabilidad como método para obtener
información, una técnica todavía vigente para interrogadores como el
exagente del FBI Ali Soufan (este domingo publicaremos la historia de cómo Soufan consiguió la confesión del chofer de Bin Laden).
Durante la guerra, muchos pilotos aliados –o terrorfliegers,
como los llamaban los nazis– capturados en territorio alemán fueron
llevados a Dulag Luft, un campo de detención de prisioneros de guerra y
unidad de interrogatorios de la Luftwaffe cerca de la ciudad de Oberursel.
Allí eran confinados en celdas de aislamiento. A
pesar de las recomendaciones de la Convención de Ginebra, les esperaba
un trato duro. Podían enfrentarse a que les arrancaran las uñas.
Pero los pilotos se sorprendían al encontrarse al Obergefreiter
(rango del ejército alemán) Hanns Scharff, que hablaba un inglés fluido
gracias a su experiencia como empresario en Sudáfrica antes de la
guerra.
Interrogador autodidacta, Scharff usaba la
conversación amable en lugar del castigo físico para lograr que los
prisioneros aliados revelaran algo más que los habituales nombre, rango y
número de serie.
Comenzaba siempre haciendo sus deberes
meticulosamente: antes de empezar una sesión de interrogatorio, revisaba
toda la información disponible, y se familiarizaba con las
circunstancias personales y de servicio del piloto en cuestión.
"Una araña que espera en la tela"
El método Scharff, si puede llamarse así, se basaba en la premisa inicial de que era mejor cooperar con la Luftwaffe en lugar de ser tratado como espía y entregado a la Gestapo, la policía secreta.
Aunque algunos prisioneros mantuvieron la boca cerrada, Scharff se rehusó con firmeza a la coerción física.
"Yo era como la araña sentada en su tela, con todo los elementos que podía utilizar a la mano, excepto la brutalidad"
Hanns Scharff, interrogador de la fuerza aérea nazi
En lugar de tenazas para arrancar información,
Scharff obtenía lo que él y sus superiores querían jugando con la
sensación de aislamiento del cautivo y con su inseguridad psicológica.
Cuidadosamente, iba desplegando los pequeños
fragmentos de información que había aprendido previamente, y así creaba
la ilusión de que ya lo sabía todo sobre las actividades del piloto.
Así, el prisionero podía revelar secretos militares incluso sin darse cuenta.
"Yo era como la araña sentada en su tela, con
todo los elementos que podía utilizar a la mano, excepto la brutalidad",
decía Hanns Scharff, como recoge el documental radiofónico
"Interrogadores sin tenazas" realizado por Julian Putwoski y emitido en
BBC Radio 4.
Según el relato de quienes fueron interrogados
por Scharff, el oficial alemán le daba la vuelta a la relación
normalmente hostil entre interrogador e interrogado, y conducía sus
sesiones con paciencia y suavidad.
Paseos al zoológico
Incluso aparentaba ser el mejor amigo de sus interrogados y organizaba actividades especiales fuera del campo de prisioneros.
Una vez, permitió a uno de los aliados pilotar
un caza alemán. También se aseguraba de que los retenidos compartieran
las abundantes comidas de los pilotos alemanes, que recibieran
tratamiento médico y que visitaran el zoológico local.
Después de comprometerse a no hacer ningún
intento de escapar, los prisioneros podían realizar paseos por los
bosques de Oberursel, con Scharff como acompañante y guía.
Deambulando entre esos senderos al aire libre,
conversaban sobre la flora y la fauna, o sobre otros temas ligeros, como
por ejemplo, las costumbres sociales de estadounidenses y británicos.
El libro de visitas del buen interrogador
Los exprisioneros no recuerdan haber discutido
nada que tuviera alguna relevancia militar con Scharff, pero en
realidad, el alemán estaba todo el tiempo dirigiendo un informal pero
sistemático interrogatorio y recolectando información útil de
inteligencia.
Los interrogados llegaban incluso a revelar sin
darse cuenta detalles sobre regímenes de entrenamiento, planes de
operaciones, datos sobre armas, bombas, capacidad aérea, maniobras
tácticas, indicativos y frecuencias de radiocomunicaciones.
Y antes de partir con destino a otros campos de
prisioneros, además, firmaban voluntariamente el libro de visitas del
interrogador.
Allí expresaban que se habían sentido tratados de manera profesional y hospitalaria.
Scharff, por su parte, afirmaba que haciéndose amigo de los prisioneros de guerra podía obtener información de 90% de ellos.
Esta era una afirmación audaz, pero lo cierto es que Scharff era un muy buen interrogador.
Clases de "buenas prácticas" de interrogatorio
Después de la guerra, se instaló en Nueva York y pronto comenzó a asesorar al Pentágono.
En la década de 1950, apareció en diarios y
revistas como "maestro interrogador", sus antiguos enemigos se volvieron
sus amigos y los exprisioneros de guerra comenzaron a recibirlo de buen
agrado en sus reuniones.
Pero las actividades de Scharff en Estados
Unidos también incluyeron informes para la fuerza aérea de Estados
Unidos, y clases de técnicas no coercitivas de interrogatorio para
agencias de seguridad e inteligencia.
El "amable interrogador" murió en California hace 20 años, pero su legado sigue vigente.
Su nombre no fue citado en el debate público
sobre la moralidad de las llamadas "técnicas mejoradas de
interrogatorio" autorizadas por el presidente estadounidense George W.
Bush e infligidas a los supuestos terroristas detenidos en la cárcel de
Abu Ghraib, en Guantánamo y en los centros secretos de detención de la
CIA.
Sin embargo, en la actualidad algunos
interrogadores estadounidenses como Ali Soufan, que critican la eficacia
de las técnicas utilizadas en la guerra contra el terrorismo, han
revivido el interés en la experiencia de Scharff en la Segunda Guerra
Mundial.
El domingo publicaremos la segunda parte de
esta historia, en la que Ali Soufan relata cómo obtuvo la confesión del
chofer de Osama bin Laden.
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