Por: Jorge Zepeda Patterson para Sin embargo.
En estos días, MORENA está dando sus primeros pasos para
convertirse en un partido político formal. Dentro de 15 o 20 años la historia
dirá si estamos ante un momento clave de la vida política del país o un dato
insignificante y perdido en las crónicas periodísticas de los archivos del
pasado. ¿Podrá MORENA convertirse en receptor de nuevos movimientos sociales,
que como el #YoSoy132 surgieron de las redes en contra del peñanietismo?
¿Captará las muy previsibles resistencias que generará la profundización de las
reformas neoliberales durante el próximo gobierno? O por el contrario, ¿MORENA
será el refugio de políticos ex priístas como Manuel Bartlett, Layda Sansores,
Porfirio Muñoz Ledo y todas las agendas trasnochadas del nacionalismo estatista
del siglo pasado? MORENA puede ser las dos cosas.
¿Cuánto de los 15 millones
de votos captados por la izquierda en las dos últimas elecciones son
atribuibles a López Obrador y cuánto a factores ajenos a él (antipriísmo, PRD,
etc.)? Imposible saberlo, pero lo cierto es que nadie puede negar que su
carisma y liderazgo personal constituyen un fenómeno inusitado en los últimos
años en la historia del país. Las virtudes y defectos de MORENA derivan
directamente de las virtudes y defectos de su líder. Que este nuevo partido se
convierta en esperanza o decepción residirán en gran medida en el propio Andrés
Manuel. Primero, por razones de ética política.
MORENA será incapaz de captar a
las nuevas generaciones de los sectores medios a menos que se presente como un
reactivo en contra de los vicios en las practicas públicas. El descrédito de
los políticos y sus privilegios y corruptelas es inmenso entre los ciudadanos.
López Obrador tiene a su favor su merecida fama de austeridad y honradez
personal; una ave rara en el zoológico político de nuestro país. A ojos de
muchos eso le da legitimidad y congruencia para criticar el enriquecimiento de
las élites en el poder. Pero, del otro lado, su política de alianzas con
personajes como René Bejarano y Dolores Padierna, charros sindicales de
izquierda, Juanito (en su momento) o el mismo Manuel Bartlett, deja mucho que
desear frente a cualquier ciudadano exigente. Si MORENA mantiene la misma laxitud
ética su potencial para convertirse en reserva moral del debate público será
muy limitada. Segundo, por razones de cultura organizativa. Nada puede ser más
contrastante que el estilo de organización de MORENA y del movimiento
#YoSoy132, por ejemplo. Se encuentran en mundos absolutamente opuestos.
Mientras que MORENA se caracteriza por un esquema centralizado en el cual todos
los planetas giran en torno al señor sol, y sólo a él, el movimiento
estudiantil es conocido por su horizontalidad y asambleísmo.
En MORENA cada
cuadro tiene una relación con el líder y su poder reside en su cercanía a él.
Sea Claudia Sheinbaum, Ricardo Monreal o Martí Batres. Entre el caudillo y las
masas del Zócalo hay pocas mediaciones, salvo para efectos logísticos y de convocatoria.
No será fácil integrar estas dos culturas tan disímbolas para efectos de
encauzar en MORENA a cuadros procedentes de las redes sociales y de nuevos
movimientos urbanos. Tercero, las agendas. Si lo que ha venido sucediendo en
Europa, el norte de África o Chile es un indicativo de dónde habrán de surgir
las resistencias al poder, podemos suponer que a Peña Nieto le esperan
frecuentes movilizaciones de jóvenes. Pero las reivindicaciones pueden ser de
índole por demás variada: desde empleo y mejoras en la educación, hasta temas
de ecología, derechos humanos y libertad sexual. El problema es que López
Obrador es un hombre de su generación y de su extracción geográfica. Su agenda
política pasa esencialmente por la justicia social y la lucha contra la inequidad.
En sus dos campañas presidenciales no se caracterizó por su pasión frente a
temas de ecología, derechos humanos, temas de género y otras reivindicaciones
que han adquirido fuerza en el presente siglo. Ni Javier Sicilia con el tema de
las víctimas de la guerra, ni Lydia Cacho con la pederastia, ni Patricia
Mercado con los temas de género, ni las ONGs dedicadas a la ecología, por
mencionar algunas, han podido conectar cabalmente con el discurso de López
Obrador.
En síntesis: MORENA está ante una oportunidad histórica. Puede ser el
gran protagonista de la oposición ciudadana en el país y convertirse en el
primer partido en mucho tiempo con una base social real y movilizada. Pero para
ello tiene que refundarse en más de un sentido. Y eso pasa por la transformación
de su propio dirigente en un líder moderno y más democrático. Muchos dirán que
es imposible, que en sus genes arrastra a un ex priista tradicional y
provinciano. Pero López Obrador se ha transformado en más de una ocasión.
¿Podrá hacerlo de nuevo? @jorgezepedap www.jorgezepeda.net
Este contenido ha sido publicado originalmente por
SINEMBARGO.MX en la siguiente dirección: http://www.sinembargo.mx/opinion/21-11-2012/10811
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