El moho del fango es una ameba gelatinosa que no tiene nada que ver con el reino de los hongos. Actualmente, los biólogos lo clasifican como un Protista, un grupo taxonómico reservado para "todo aquello que en realidad no entendemos", dijo a Scientific American, Chris Reid, de la Universidad de Sydney.
Según Reid, el moho de fango es mucho más listo de lo que parece. Una especie en particular, el moho amarillo Physarum polycephalum, puede resolver laberintos, mimetizarse con el ambiente y escoger la comida más saludable de un menú variado, todo sin un sistema nervioso o un cerebro.
"El moho del fango, está redefiniendo lo que calificas como inteligente" dijo Reid, cuyo estudio se publicó en PNAS (Proceedings of the National Academy of Sciences).
En la naturaleza, el P. polycephalum crece entre las hojas, en leños, buscando bacterias, esporas de hongos y otros microbios para su alimentación. Trabajan como una colonia, pasan casi la mayor parte de su vida como una sola célula con millones de nucleolos, pequeños sacos de DNA, encimas y proteínas.
Al natural, se ve como una masa amarilla, una cucharada de mostaza. Pero en el laboratorio, confinada a un recipiente, se distribuye por el frasco, como un coral. Antes no pensaban que tuviera mecanismos tan complejos, pues se les había estudiado para comprender otros factores.
Para comprobar su inteligencia, Toshiyuki Nakagaki, de la Universidad de Hokkaido en Japón, se dispuso a cortar un pedazo de Polycephamlum, para repartirlo por un laberinto con comida al final de éste. Cuatro horas después, el moho crecía únicamente en el camino más corto a la comida.
Así, en los lugares equívocos del laberinto, el moho había dejado un rastro para identificar las áreas no prácticas y evitarlas.
El estudio de Nakagaki fue publicado en Nature.
Ésta ameba sin cerebro, no crece de una manera aleatoria; es, bajo la perspectiva del estudio, como una equipo de ingenieros, creando los caminos más eficientes.
Como no poseen una sistema de dirección de cuerpo, se especula que, en vez de depender de un sistema interno, funcionan por pulsaciones de citoplasma: la membrana del moho se contrae y relaja rítmicamente, haciendo que el citoplasma, la parte de una célula eucariota que se encuentra entre su núcleo y su membrana plasmática, esté en movimiento.
Cuando la membrana de la ameba encuentra comida, provoca pulsaciones más rápidas, y se expande, dejando que más citoplasma llegué a ese punto. Pero cuando choca contra algo que no necesita, las pulsaciones son más lentas y mueve el citoplasma a otro lado.
También eligen el mejor menú: el moho de fango basa su dieta en dos tercios de proteína y un tercio de carbohidratos. Audrrey Dussentour, de la Universidad de Paul Sabatier en Francia, dispuso el moho en el centro de un reloj con 11 tipos de comida diferente, cada uno con un porcentaje diferente de proteínas y carbohidratos.
El moho de fango escogió la de mejor balance.
El moho tiene la habilidad de encontrar la mejor ruta a sus necesidades y preservar su existencia, lo que lo hace un organismo con mecanismos complejos de sobrevivencia.
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