sábado, 24 de noviembre de 2012

El perdón que no llega


Por: Alma Delia Murillo para Sinembargo
“El amor es paciente, es servicial; el amor no es jactancioso, no hace alarde, no se envanece, no procede con bajeza, no busca su propio interés, no se irrita, no tiene en cuenta el mal recibido, no se alegra de la injusticia, sino que se regocija con la verdad” 1ª Corintios 13: 4 – 6, Santa Biblia Felipe Calderón dice ser católico cristiano, como la mayoría de los panistas. Hasta donde entiendo, el amor, la humildad y el perdón son torales en las enseñanzas de Cristo. Vengo de una madre cristiana y de una abuela católica que renunció a los hábitos de monja porque le ganó el amor, porque le ganó la vida.  
He leído la Biblia varias veces, puedo citar fragmentos enteros de memoria y aún así, elegí no practicar esa religión. Y es una de las decisiones más atinadas que he tomado en mi vida. Quedan pocos días y Felipe sigue empeñado en no pedir perdón. O de verdad no entiende porqué está obligado a ello o es tan orgulloso que prefiere hacerse pendejo antes que ceder. Cualquiera que sea el motivo lo encuentro verdaderamente miserable, mezquino, soberbio y anticristiano. Yo creo que Cristo se avergonzaría de un discípulo así. Lo digo muy en serio. Me pregunto si los padres de los niños de la guardería ABC o los miles de huérfanos que ha dejado la guerra contra el narco, las miles de viudas, de madres y padres dolientes, los miles de desparecidos no son razones pertinentes para que Calderón lo piense, dé su brazo a torcer y  pida perdón. Se los debe porque optó por una salida torpe para enfrentar una guerra, se los debe porque él quería la presidencia de México, se los debe por humanidad.  Y que no vengan con la cantaleta aquella de que “pidan perdón los que tiraron del gatillo”, no jodan. Felipe eligió ser nada menos que presidente de este país, no un sicario. 
Es por eso que resulta profundamente ofensivo que insistan en el argumento de que quienes deben pedir perdón son los asesinos. No señores, al menos que este hombrecito se comporte a la altura del papel que decidió desempeñar: el paladín de la justicia en la lucha contra el narco. ¿De qué tamaño tienes la dignidad, Felipe Calderón Hinojosa?, ¿y la honorabilidad?, ¿y la humildad?, ¿y la conciencia? ¿Sí sabías que para llamarte presidente necesitas tener todo lo que acabo de citar en proporciones casi heroicas? Cómo me gustan las preguntas necias, chingao. Y, con todo respeto,  a los cristianos que votaron por él defendiendo al PAN a ultranza, los invito a reflexionar: ¿se han dado cuenta de lo que ocurrió?, ¿su conciencia religiosa los impele a seguir respaldando políticas y estrategias genocidas? No hay discurso ni informe de gobierno que borre este hecho: el país huele a sangre. Entiendo que inescrutables son los caminos del Señor su Dios pero me cuesta encontrar la congruencia entre una insensible estrategia que provoca miles de  muertes y la bondad, la fe o el amor que los cristianos católicos profesan. ¿Ven por qué no soy católica? Por eso a riesgo de que sus detractores me escupan y cruzando los dedos para que en el futuro no resulte que esta frase es un plagio –es que el plagio está de moda, pues-, cito a Saramago y suscribo cada una de sus palabras: “No creo en dios y no me hace ninguna falta. Por lo menos estoy a salvo de ser intolerante. 
Los ateos somos las personas más tolerantes del mundo. Un creyente fácilmente pasa a la intolerancia. En ningún momento de la historia, en ningún lugar del planeta, las religiones han servido para que los seres humanos se acerquen unos a los otros. Por el contrario, sólo han servido para separar, para quemar, para torturar. No creo en dios, no lo necesito y además soy buena persona”. Ojalá  Calderón demostrara, al menos, ser buena persona; ya no digamos un buen cristiano. Más allá de sus creencias religiosas, ojalá que se atreviera a abrir la boca para pedir perdón a los miles de deudos que han sido marcados por el dolor y la tragedia. Entonces sí que pasaría a la historia como un político notable y hasta quienes no simpatizamos con él, reconoceríamos el valor de un acto así. Pero sé que no ocurrirá. No hay ninguna señal que indique que veremos a un Felipe humilde, honesto, conmovido. Se irá como se fue Vicente Fox: orgulloso, vano, engreído e insensible hasta el final. Y eso pintará el cuadro entero de las características de su desempeño durante el sexenio. Y déjenme ir más lejos: pintará el cuadro entero de los modos del PAN, -tan ufano de haber quitado al PRI del poder-  que nos deja un país más dividido que nunca y en duelo, un país lleno de muertos. Y los mexicanos seguiremos esperando. Y ya viene el PRI. Y mi anhelado Findelmundo no da señales de querer venir. Y otra vez tengo ganas de llorar y necesito un abrazo. @AlmitaDelia

Este contenido ha sido publicado originalmente por SINEMBARGO.MX en la siguiente dirección: http://www.sinembargo.mx/opinion/24-11-2012/10872. 

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