Por: Alejandro Páez Varela para Sin embargo.
De regreso a casa, en los últimos días de mayo de 2012, me
recargué en el asiento del Metro de la Ciudad de México. Esa tarde-noche había
visto nacer el Movimiento #YoSoy132.
Pero no tengo 20 años: caminé con los
muchachos para observar de cerca el fenómeno. Varios periodistas lo hicimos. Me
agoté.
Dentro del vagón, tumbado en el asiento, escribí en el celular: “He
visto a los padres de tres chamacos y los cinco iban serios, como una familia
de físicos-matemáticos que acaba de descubrir la cura para la apatía”. Los
cinco llevaban pancartas. Iban en el Metro seguramente porque el centro de la
Ciudad de México había colapsado por las movilizaciones.
Antes, frente a Televisa –hasta donde los muchachos
habían llegado con su protesta–, hice otra nota: “‘¿Sientes cómo tiembla el
pavimento?’, me dijo una amiga que caminaba conmigo. Los jóvenes brincaban y no
lo sentí, pero vi otras cosas: que esas calles, y los monumentos, y el puente,
y los edificios se sacudían por la fiebre de los estudiantes. Que los árboles
bajaban las copas para saludar su primavera. Que los viejos guardamos silencio
–con excepción de una estúpida motocicleta del SME– para verlos pasar, casi con
reverencias; para disfrutar con ellos sin decir una palabra”. *** Por los
videos que vi, por los testimonios a raudales, puedo afirmar que decenas de
vándalos participaron en los lamentables acontecimientos del pasado 1 de
diciembre. Vándalos policías, por supuesto.
Y vándalos-vándalos: esos que
aprovecharon una marcha legítima y una manifestación auténtica para sacar lo
peor de ellos mismos: el odio contra el otro; las ganas de convertir este país,
que nos ha costado tanto, en cenizas; el menosprecio por lo que hayamos ganado
hasta hoy en legalidad y Estado de derecho.
Vándalos que lincharon, policías y
civiles. Vándalos que destruyeron comercios y la Alameda Central. Vándalos que
lanzaron piedras y atacaron al prójimo en actos reprobables que dejaron mal
parado a un gobierno que, yo creo, es de buena voluntad: el del Distrito
Federal. Vándalos escudados en torretas, uniformes, cascos y placas.
Vándalos
que lanzaron bombas molotov. Vándalos que cometieron abusos contra detenidos y
violentaron el derecho que tienen, tenemos todos de disentir y manifestarnos.
Vándalos que se cubrieron con pasamontañas y aflojaron las ganas de cambiar
este país ejerciendo la libre expresión de las ideas. Sean policías o civiles,
agentes de seguridad vestidos de franco o malvivientes, esos sí son culpables y
mereceríamos, por lo menos, saber quiénes son.
Allí están los videos: ¿por qué
no los buscan y los entregan a la justicia? Así sean policías, así sean quienes
sean. Nadie debe esconderse entre la turba para delinquir a costa de las causas
sociales. Nadie: ni civiles, ni policías. Nadie tiene derecho a convertir actos
legítimos de protesta en zafarranchos. Vea el efecto carambola de los
disturbios causados por policías y civiles: ahora resulta que el único que no
está manchado es el Gobierno federal, el de Enrique Peña Nieto. Otra vez el
todos-contra-todos se vuelve contra todos: por un callejón se fueron las
pancartas y las ideas de cambio; el esfuerzo tuvo que enfocarse en sacar a los
inocentes de prisión. Lo dicho: la turba nunca tiene la razón; se equivoca y
lincha.
Madres y padres fueron a la Procuraduría General de Justicia del DF a
decir que sus hijos no marcharon, con tal de defenderlos. No los culpo. Muchos
jóvenes, seguramente, no volverán a manifestarse. Un susto bárbaro, cómo no:
casi les dan 30 años. Todo pudo ser de otra manera. Sí, una gran cantidad de
inconformes marcharon, ¿y qué? Sí, salieron con sus pancartas a manifestar sus
ideas, ¿y qué? Pero llegaron los violentos, civiles y policías, y convirtieron
un acto legítimo en una batalla campal. Qué irresponsabilidad. Se llevaron de
corbata al Movimiento #YoSoy132; arrastraron a los espontáneos que querían
expresarse sin violencia. Los que sí son culpables, los que hacen daño desde la
oscuridad (insisto: policías o civiles), merecerían encarar la justicia. Han hecho un daño bárbaro. Eso creo.
@paezvarela
Este contenido ha sido publicado originalmente por
SINEMBARGO.MX en la siguiente dirección:
http://www.sinembargo.mx/opinion/10-12-2012/11180.
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