viernes, 14 de diciembre de 2012

Fármacos contra el alcoholismo


Aunque la huella del alcohol puede detectarse en varios órganos como el corazón e hígado, es en el cerebro donde se producen las alteraciones más profundas a largo plazo: cuando una persona pasa del consumo abusivo a la adicción a esta sustancia se modifica la estructura y funcionamiento de varios de sus circuitos neurológicos.

Este “desbalance” cerebral ha sido abordado desde distintas perspectivas y con diferentes tratamientos, entre ellos el uso de medicamentos que ayudan al paciente a superar la compulsión por beber; sin embargo, en México, donde el alcoholismo es la principal adicción, estas terapias farmacológicas están subutilizadas.


Así lo advierte el psiquiatra Guido Belsasso, ex titular de la Comisión Nacional contra las Adicciones de la Secretaría de Salud: “contra el alcoholismo existen tres grupos diferentes de medicamentos, como el etabús, el topiramato y la naltrexona, ya autorizados en el país. Pero se usan muy poco en comparación con la población que tiene el problema”.

Según los datos de la más reciente Encuesta Nacional de Adiciones (ENA) 2011, mientras en 2008 el 61.3% de la población -12 a 65 años de edad- aceptó haber consumido alguna vez bebidas alcohólicas, para el año pasado la cifra aumentó hasta 71.3%. Este incremento se registró sobre todo entre los adolescentes.


La cifra de dependientes del alcohol pasó del 5% en 2008 al 6.2% en 2011. Las bebidas de preferencia entre los encuestados fueron, es este orden, cerveza, brandy, tequila, ron, whisky, coñac y vodka.

El especialista explica que el manejo se complica porque el alcohol, a diferencia de otras sustancias como las del tabaco, no tiene un lugar específico para fijarse en el cerebro: “cuando la nicotina entra a los pulmones y luego a la sangre va a ciertos receptores cerebrales; el alcohol no los tiene y esto dificulta su control”.

Cerebro alterado

Investigaciones revelan que en los adictos al alcohol se dan refuerzos positivos en el cerebro, desencadenados por los efectos placenteros de la ingesta. Los circuitos neurológicos implicados en estas sensaciones incluyen la corteza prefrontal, el sistema límbico, y el núcleo arqueado.

“Los estados de dependencia al alcohol conllevan sobre todo alteraciones en los lóbulos frontales y en la parte posterior (occipital) del cerebro, donde se controla importantes funciones como el equilibrio”, describe el doctor Belsasso.

La ingesta regular de alcohol también se ha asociado con la liberación de dopamina, un neurotransmisor que detona reacciones estimulantes en los centros de recompensa del cerebro (área ventral tegmentada y núcleo acumbens); asimismo, con la secreción de serotonina (otro estimulante) y de los llamados opiáceos endógenos, que inducen sensaciones de bienestar y relajación.

Las alternativas

“Como el alcohol no tiene receptores específicos en el cerebro, no es posible desarrollar vacunas, como sí se hace contra la nicotina”, aclara Belsasso. En cambio, los fármacos han mostrado resultados alentadores.

Estos medicamentos tienen una acción diferente, por lo cual se clasifican en tres grandes grupos. En el primero figura el etabús (disulfiram), el más antiguo de ellos y que tiene un trasfondo conductual: no altera la química del cerebro, siuno que al ingerirse y mezclarse con el alcohol produce una reacción que genera malestar en el organismo.

La siguiente generación de fármacos, como la naltrexona (aprobada por la Cofepris en México en 1998), se enfoca a reducir la necesidad de beber alcohol, en este caso, al modificar las reacciones en el sistema de receptores opiáceos y nulificar la euforia que produce su consumo.

Otra droga introducida a fines de la década pasada es el topiramato (originalmente prescrita para pacientes con epilepsia). Bankole Johnson, del Departamento de Psiquiatría en la Escuela de Medicina de la Universidad de Virginia ha evaluado su eficacia para disminuir la ansiedad con grupos de pacientes que no requierieron estar sobrios.

En sus estudios clínicos, difundidos en Archives of Internal Medicine en 2008, Bankole halló que el topiramato no sólo controló los síntomas de abstienencia, sino que también redujo la presión arterial de los pacientes, así como sus niveles de colesterol hasta tres veces en comparación con individuos sin tratamiento.

“Podemos reducir la compulsión por beber con una sola sustancia en vez de varias”, escribió Johnson.

Fuente: Guillermo Cárdenas Guzmán | El Universal. billthekaiser@gmail.com 
 http://www.eluniversal.com.mx/cultura/70569.html