Es el mundo que habita Steve Pete. Nacido en el estado de Washington,
Estados Unidos, con el desorden genético llamado analgesia congénita
(insensibilidad congénita al dolor con anhidrosis), es incapaz de sentir
dolor físico.
Si se golpea un dedo del pie, no le
palpita. No necesita anestesia si le sacan una muela y nunca en su vida
le ha dolido la cabeza. Pero el dolor es un sistema vital de advertencia
para nuestros cuerpos: nos avisa cuando estamos haciendo algo dañino y
debemos detenernos, y nos alerta si algo está mal para que lo
investiguemos, algo que Steve ha aprendido por las malas.
"Constantes moldes de yeso"
La condición de Steve salió a la luz por primera
vez cuando era un niño en dentición y masticó parte de su lengua sin
darse cuenta.
Fue un problema constante mientras crecía.
Steve admite que él y su hermano, que tiene la
misma condición genética, no tuvieron la misma influencia restrictiva
que otros niños.
"Los niños siempre serán niños", dice. "Hacen travesuras, pero nosotros las llevábamos al límite".
Esto significaba que su primera infancia estuvo
marcada por constantes moldes de yeso y un montón de ausencias en el
colegio debido a sus frecuentes pasos por el hospital.
Ya treintañero, casado y con hijos, que no
heredaron la condición, Steve está empezando a pagar el precio de su
existencia libre de dolor.
"Cuando niños, si nos íbamos a romper una
pierna, seguiríamos usándola aunque estuviera enyesada, y al no darle
tiempo para curar, no se curaba apropiadamente".
"Y te causas tantas heridas de niño, que como
adulto empiezas a lidiar con las repercusiones de todas esas lesiones,
como el inicio de la artritis en tus articulaciones y problemas de
movilidad".
Steve está participando ahora en un estudio
sobre su condición, con la esperanza de que una mejor comprensión de su
mutación pueda ayudar a aquellos para quienes el dolor es un problema
muy presente.
El suyo es uno de cuatro casos personales sobre el dolor destacados en una nueva exhibición del Museo de Ciencia en Londres.
Pain Less (sin dolor) explora el
creciente conocimiento que la ciencia está ganando en las complejidades
de esta experiencia sensorial humana tan básica y las posibles terapias,
desde las mañas de la realidad virtual hasta el veneno de las arañas.
Sensaciones fantasmas
"En una escala de uno a diez, mi dolor está en ocho"
Peter King, paciente con extremidad fantasma
La otra cara de la moneda del dolor es Peter King, otra extraordinaria historia en la exhibición del museo.
Mientras que Steve nunca sufre dolor, Peter lo
tiene siempre. Lo siente en una extremidad que ya no está ahí: su brazo
izquierdo, que fue amputado hace 20 años.
Lisiado en su lado izquierdo por la polio que tuvo a los dos años, a Peter nunca le funcionó mucho el brazo, sólo le dolía.
Después de una lesión adicional cuando cumplió
50, se tomó la decisión de amputar por encima del codo, una operación
que esperaba curara también su dolor.
Pero aunque el brazo de Peter esté ausente físicamente, permanece la sensación.
Peter tiene una extremidad fantasma y, como
muchos que experimentan algo así, no se mueve libremente; más bien está
fija en una posición dolorosa y tiene dolores ardientes en el brazo y la
sensación de que su muñeca está amarrada firmemente.
"En una escala de uno a diez", afirma, "mi dolor está en ocho".
El dolor y la sensación experimentadas en
extremidades fantasmas, de nervios que ya no están allí, ha fascinado a
científicos durante décadas, y para quienes lo sufren, como Peter, los
analgésicos no funcionan.
Pero Peter ha estado probando una nueva técnica
que usa un sistema computarizado Kinect de reconocimiento de movimiento y
un casco de realidad virtual para engañar a su mente para que piense
que una imagen volteada de su brazo derecho es realmente su brazo
izquierdo, moviéndose y realizando tareas.
Cuando mueve el derecho, el izquierdo también responde, y admite que engañó a su cerebro.
"Después de unos minutos mi brazo izquierdo
fantasma, que normalmente está inerte a mi lado, empieza a sentir como
si se estuviera moviendo hacia arriba para tocar cosas porque en mi
casco de realidad virtual puedo ver mi brazo izquierdo funcionando".
Entre 30 y 40 minutos de ejercicios liberan su puño cerrado y bajan sus niveles de dolor a uno o dos de 10.
Cables cruzados
Pero la gente con relaciones extrañas con el
dolor, como Steve Pete y Peter King, contribuyen con más que historias
interesantes.
Hechos del dolor
- Cada centímetro de la piel contiene unos 15 receptores para la presión.
- Hay seis sensores para el frío y uno para el calor.
- Pero un centímetro cuadrado de piel tiene 200 receptores para el dolor.
Al entender qué estaba mal con ellos, los
científicos están empezando a descifrar las complejidades de la relación
entre el cableado físico de nuestros circuitos del dolor y la
influencia de nuestros cerebros al experimentar y procesar el dolor.
Es más que simplemente un conjunto de cables;
también es una medida del sufrimiento experimentado, y la dificultad que
los científicos y doctores tienen es que se trata de algo muy subjetivo
e individual.
Distintas personas pueden estar expuestas al
mismo nivel de estímulos y aún así reportar la experiencia de diferentes
grados de dolor, es decir, hay quienes parecen tener un umbral de dolor
más alto que otros.
Incluso hay variación dentro del mismo individuo.
El dolor tiene un componente emocional preciso.
La felicidad, la tristeza, estar enamorado o distraer la atención pueden
alterar la percepción substancialmente, convirtiéndolo en un
rompecabezas difícil de resolver, aunque cada vez llama más la atención
de la comunidad de investigadores.
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