Por Gustavo De la Rosa, para Sin
embargo.
Para los juarenses, pasar cinco años
completos envueltos en una guerra sanguinaria nos obligan a ver la vida desde
una perspectiva diferente a la de los habitantes de la Ciudad de
México. Hemos pasado de todo y muy pocas cosas ya nos impresionan; hemos
comprobado que los seres humanos son capaces de cometer las peores acciones en
contra de otros seres humanos por razones injustificables.
Sin embargo, también
hemos visto las más impresionantes acciones de solidaridad, de valentía y
resistencia. Las mismas personas pueden cometer actos heroicos y actos
perversos. Todo mundo es capaz de hacer de todo.
Por eso me impresionaron
las opiniones de un grupo de jóvenes que estamos acompañando desde hace un año,
para salir de la pre delincuencia y caminar sobre un proyecto de vida
profesional. Después de una bizarra discusión, dadas las condiciones en
que viven y estudian, formularon una extraña, para mí, proposición: tener una
feliz Navidad es una ilusión a la que todos los jóvenes tienen derecho, por lo
tanto debemos considerarlo un derecho humano.
Y estos jóvenes (unos 20) que andan batallando con ellos mismos a sus
16-17 acordaron realizar un programa de apoyo para otros 80 chavalitos a los
cuales en agosto, organizaron en un campamento de verano y ahora planean realizar
una serie de actividades más simbólicas que monetarias para ofrecerles a sus
menores una fiesta navideña y algún regalo que les recuerde que pertenecen a
Anapra, una generación de juarenses que han decidido hacer otro esfuerzo más
para salir del pantano social en que han vivido durante las últimas tres
generaciones.
Y están sobreviviendo a la guerra. Dimensionemos
cuantitativamente lo que ha sucedido en Juárez, y en el estado, en los últimos
cinco años para aproximarnos a los impactos cualitativos en el alma de los
chihuahuenses. De enero de 2008 a diciembre de 2012, sólo en Juarez,
andaremos con un acumulado de 10,300 homicidios intencionales. Un promedio de
2,064 homicidios por año, lo que da una tasa promedio de 158 homicidios por 100
mil habitantes por año (158/H-A/100MHs). Esa tasa promedio es una barbaridad,
porque la tasa de eficacia de ajusticiamiento legal de los homicidas apenas
rebasa el 8%, y hubo un tiempo en que fue del 1.5%.
Sin embargo, este año
esperamos una tasa máxima de 63/H-A/100MHs, un 39% de la tasa promedio, pero
más aún si consideramos el último semestre de 2012, estaremos en una tasa de
41/H-A/100MHs, el 25% de la tasa promedio. Esa reducción parecería
impresionante, pero nada es absoluto, todo es relativo, comparemos la mejor tasa,
(41/H-A/100MHs) con la tasa de Japón de 02/H-A/100MHs, y con una tasa normal
del D.F. de 09/H-A/100MHs. Sin embargo, cuando los televidentes ven que el
tiempo de las noticias diarias dedicado a la lectura de los nombres de los
asesinados anda entre tres y seis minutos y tienen el recuerdo fresco de que
hace un año consumían más de 30 minutos, tienen una sensación de que la paz nos
acompañaría esta Navidad. Esa es una percepción general y qué bueno que así
sea.
Pero el renacimiento no es completo, precisamente recordando y
apretando esa etapa de la historia europea, vemos cómo la política comunitaria
de nuestras autoridades no va a la mejoría al mismo ritmo. Pretextando la
guerra demencial que sufríamos, las instituciones de Seguridad, iniciando con el
Ejército, la Policía Federal, Estatal y Municipal, declararon una especie de
estado de sitio con una mayor o menor apertura, según el criterio de los
comandantes; y ante esa sistemática violación de derechos humanos sufridos
mayormente por gente honrada y trabajadora que tienen mala facha, un puñado de
defensores de derechos humanos hemos hecho frente ese mar de injusticias (¡Sí
es un mar!, en los primeros diez meses del 2012, la policía municipal ha
detenido a más de 120 mil juarenses, el 10% de la población). Y cuando ante la
presión ciudadana, el Teniente Coronel Leyzaola y el presidente municipal,
aceptaron cambiar las órdenes para la detención de sospechosos, el número se
desplomó, como los homicidios, hasta una cuarta parte de las detenciones
anteriores. Eso en el primer mes. Pero no todo es tejer y cantar para las
próximas fiestas.
En el campo chihuahuense se prevé una de las más tristes y
trágicas navidades. Un indiscutible derecho humano, el “Derecho al Agua” es
causa de un feroz enfrentamiento entre chihuahuenses de origen mestizo (léase
español y tarahumara o tepehuano) y los chihuahuenses de origen menonita,
además de extrañas inversiones agrarias de capitales “sin nombre”, inversiones
que rompieron con una veda angustiante para los primeros de abrir pozos de
irrigación pero a contracorriente y mediante la consabida corrupción exentó a
los segundos y terceros. A los que hay que añadir una voraz inversión de
mineras canadienses, a las que se les autoriza lo que a los mexicanos se les
negó, tenemos un peligroso cóctel de revuelta social. Como siempre sucede en
estos casos, la tragedia se ve venir, todos los campesinos la advierten, pero
las autoridades no hacen nada para evitarla y la tragedia llegó cobrando la
vida de los activistas Ismael Solorio Urrutia y su señora esposa Manuela Martha
Solís Contreras, lo cual enfureció a los campesinos del noroeste. Y consiguió
el respaldo y la solidaridad de los grupos de defensores de los derechos
humanos de la zona y la capital del estado.
Cuando lo razonable es identificar
al enemigo común (si es que lo es) y trabajar la unidad de objetivos contra los
violadores de la ley y los corruptos, el gobierno gira en redondo y se lanza
contra los derechos humanistas lo que agrava la situación en el estado, pues de
repente ser activista o defensor de derechos humanos, significa estar casi
fuera de la ley.
La confusión invade a quienes hemos vivido la guerra
levantando la bandera derecho-humanista, nos vemos confrontados entre quienes
exigimos justicia y quienes apoyan al gobierno. Ahora de repente, estamos
divididos y no en función de la interpretación de la ley, sino en función de
una posición político burocrática. Cuando las dinámicas sociales toman este
ritmo, no se sabe dónde terminarán y todo esto sucede cuando la población se
prepara para la verdadera fiesta regional: las fiestas navideñas. Por eso en
estas circunstancias tan críticas, resulta razonable lo que proponen los
jóvenes de Anapra: en Chihuahua, “gozar de una feliz Navidad es un derecho
humano para todos los chihuahuenses”.
Este contenido ha sido publicado originalmente por SINEMBARGO.MX en la siguiente dirección: http://www.sinembargo.mx/opinion/30-10-2012/10414.
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