lunes, 15 de octubre de 2012

Si pagaran por leer...

Resumen de La Jornada
Mientras la falta de lectura no sea considerada como problema social fracasarán todas las propuestas, las campañas y las historias que se apunten al respecto, advierte Víctor Moreno, autor de Cómo hacer lectores competentes. Guía práctica: reflexiones y propuestas.
“Creo –dice Moreno en entrevista– que los sistemas educativos, tanto de España como de México, tienen muchas deficiencias con relación al desarrollo de lo que podríamos llamar lectores competentes, por esa confusión terminológica.” 
Al promover el concepto hacer lectores en realidad “tampoco sabíamos qué tipo de lector estábamos haciendo. Aquí también hay una confusión muy grande, porque no existe un lector universal y homogéneo: existen lectores particulares. Se aplica el concepto de lector dentro del sistema educativo. Existen lectores de muchas clases: críticos, creativos, literarios, para pasar el rato, intertextuales –diría Borges, probablemente–... no se sabía exactamente”.


En tercer lugar está el concepto hacerse lector, que ya son palabras mayores, porque pertenece al reducto de la interioridad, al ámbito de la libertad, la gente se hace lectora porque quiere, y si uno no quiere hacerse lector, que no se haga y no pasa absolutamente nada. Es una decisión personal. Pero claro, para hacerse lector desde ese punto de vista se necesita ser un competente lector. Para tocar el piano se tiene que saber tocarlo. Para leer es necesario saber leer; eso quiere decir que la responsabilidad del sistema educativo es enseñar a leer, y no es responsable de los niños que no quieren leer sabiendo leer. Hay mucha gente, la gente adulta, gente mayor, que sabe leer, pero no es lectora. El sistema educativo es responsable de hacer lectores competentes.

–¿Y las variables familia e Internet?

–Es un elemento importante, pero no es decisivo. Se considera que la lectura se da por contagio: porque tienes padres que leen o porque en casa hay una biblioteca estupenda, pero no necesariamente sucede así. No se ha estudiado todavía con profundidad, pero quizás llegará el momento en que se evidenciará que algo en el ADN nos inclina a ser lectores o escritores.

La familia puede ayudar a orientar al niño a que mire con otros ojos lo que está con letra impresa. Doy más importancia a que la familia cuente a los hijos lo que han hecho durante el día, que cuenten relatos de la vida, que al hecho de leer. Los libros no llevan a los libros.

Internet, agrega, “es un punto neurálgico; los jóvenes pueden caer en la tentación de pensar que por manejar la red, por chatear más, van a leer mejor. Es todo lo contrario, cuanto más se chatea menos se lee. La lectura es una actividad lenta. Leer es leerse por dentro. En Internet no sucede así: es un espacio que te lleva hacia los otros, fundamentalmente, las redes sociales: Twitter, Facebook... dejaríamos de lado los blogs –que son otra historia. Son redes y lo dice la palabra: en una red te puedes enmarañar. Las redes sociales son producto de la prisa, del comentario banal, del que se hace en el momento a veces sin pensar; tanto la escritura como la lectura son procesos lentos, que exigen rigor y exactitud en el uso de las palabras, del vocabulario, de las imágenes.
Para leer, se tiene que estar en silencio, solo; se debe apartar de los demás, no tener prisa, considerar que lo que se hace es productivo. Esos son valores que están en la lectura y que la sociedad destroza cada dos por tres.
Se fracasa, porque la lectura no es un valor que cotice en la bolsa de la vida. Si pagaran por ser lector no habría ningún problema.

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