martes, 23 de octubre de 2012

En el frente de la Guerra Fría, al borde de un ataque nuclear

Luis Adrián BetancourtLuis Adrián Betancourt tenía 24 años y el grado de sargento de la Marina cuando se desató la Crisis de los Misiles de 1962. Fue enviado a la base naval del Puerto de Mariel pero su principal temor era lo que podía ocurrir en La Habana, donde estaba su hijo Boris, quien había nacido hacía apenas ocho meses.

Recuerda que al llegar a la unidad los formaron y por los altavoces se oyó: "Atención, atención, la unidad en pie de guerra, todos a sus puestos".


"Siempre hacíamos esos entrenamientos pero cuando nos concentraron a los jefes nos dijeron 'ahora si es de verdad"´, recuerda en conversación con BBC Mundo.

Cuenta que "primero me pusieron al mando de la escolta de la jefatura del Estado Mayor bajo tierra pero cuando se puso la disposición combativa a la espera de que por varios lugares hubiera confrontación, me asignaron una brigada de infantería".

"Todo eso estaba bajo tierra"

"Constantemente llegaban informaciones: que se vio un barco por aquí, que se vio un barco por allá, hasta una mañana en que encontramos una cortina de barcos"
El sargento explica que había "túneles, que probablemente existían desde antes porque ahí estaba la base naval. En uno se guardaban armas, en otro vivía la gente, incluso allí estaban los puestos de mando y las comunicaciones".
"Todo estaba bajo tierra".

Rememorando ante los micrófonos de BBC Mundo, relata que "la vida era muy irregular, siempre tenso, recibiendo las noticias, las posibilidades de confrontación, preparando rápidamente las lanchas que había en el puerto, preparando los armamentos... era siempre un corre-corre en toda la unidad".

La tensión aumentaba cada día, "pasaba muchas horas sin dormir, llegué a pasar dos días sin dormir, porque constantemente llegaban informaciones: que se vio un barco por aquí, que se vio un barco por allá, hasta una mañana en que encontramos una cortina de barcos".

Amenaza en el mar y el cielo

La marina de guerra de Estados Unidos estaba tan cerca que los cubanos podían distinguir fácilmente que tipo de barco era cada uno, "nosotros teníamos unas cartillas que decían, éste es un crucero, éste es un torpedero, y ahí estaban todos, haciendo señales y todas esas cosas".

El sargento Betancourt estaba en el Puerto de Mariel, donde estaba la base naval. Hoy Brasil construye allí el mayor puerto de Cuba. 

"A eso súmale que todos los días, a las 8 u 8 y pico de la mañana pasaban dos aviones americanos. Pasaban en vuelo rasante por encima de las cabezas de nosotros. Un ruido tremendo y se les veían los cohetes". A pesar de la presión en su unidad solo hubo dos deserciones.

Betancourt recuerda que una mañana la posibilidad de la guerra se hizo más patente que nunca: el propio Fidel Castro dio la orden a todas las unidades de disparar a los aviones estadounidenses que violaran el espacio aéreo cubano.

"Yo estaba al frente de una brigada que tenía tres piezas de cuatro bocas, chinos, y tenía muchachitos de 14 o 15 años manejándolas".

La noche antes uno de ellos vino a decirle que al día siguiente no se atrevería a tirarles, "¿Ud. ha visto los cohetes que tienen?", le preguntó.

Betancourt le fue sincero "yo sé que mañana, cuando estemos en donde estemos y le tiremos a los aviones, nos van a barrer de aquí pero tú y yo, con miedo y cagados en los pantalones, les vamos a tirar porque en definitiva si bombardean nos van a alcanzar de todas maneras".

Armas atómicas volando

"El día más duro, más terrible, fue cuando tuve en mis manos un mensaje que decía 'en estos momentos sobre la Ciudad de la Habana vuelan súper fortalezas con armas atómicas'"
Todos sabían que se trataba de una guerra nuclear, "yo tengo todavía por ahí un libro que repartieron entonces, era norteamericano precisamente, sobre cómo protegerse lo más posible en una guerra nuclear. Sí, eso estaba claramente entre las posibilidades".

Para el "el día más duro, más terrible, fue cuando tuve en mis manos un mensaje que decía: 'en estos momentos sobre la Ciudad de la Habana vuelan Súper Fortalezas con armas atómicas'. Ese día yo no dormí, me senté en un lugar abandonado a pensar en mi hijo".

Recuerda que entonces su principal motivación fue sentirse "el escudo detrás del cual estaba nuestras familias, nuestros padres, nuestros hijos, nuestras esposas, y estaba el país. No podíamos fallar, nosotros teníamos que hacer de escudo porque era la defensa de todos".

Luis Adrián nos cuenta que al final "la crisis se diluyó, no hubo un día que nos dijeran hoy se acabó la Crisis de Octubre. Se fueron dando permisos para ver la familia, empezamos a colaborar con los campesinos de la zona, fabricamos una escuela y así comprendimos que el peligro había pasado".

No hay comentarios:

Publicar un comentario