I
En 1917, un congreso espurio e ilegítimo,
encabezado por la camarilla de ex-porfiristas de Venustiano Carranza,
y “jacobinos” de Álvaro Obregón, representantes de la grande y
vieja, así como de la pequeña y nueva burguesía del campo y de la
ciudad, establecieron las “nuevas reglas del juego”, en la que
sería la constitución de México, durante los siguientes 96 años
hasta ahora. Estos “caudillos”, dirigentes del Ejército
Constitucionalista, habían desconocido antes el gobierno de la
Convención de 1914, donde las fuerzas plebeyas y campesinas de Villa
y Zapata estaban representadas. Luego de recibir apoyo del
imperialismo gringo, con la invasión en Veracruz ese mismo año, las
fuerzas de la reacción, representantes de la vieja sociedad, de los
ricos y del “orden”, avanzaron para aplastar la insurrección
popular, y aunque no lo consiguieron del todo, sí lograron destruir
el gobierno revolucionario de Pancho Villa y su División del Norte
en Chihuahua, y la Comuna de Morelos, sostenida por el Ejército
Libertador del Sur, dirigido por Zapata.
Así, en el congreso constituyente
donde las armas se impusieron, las camarillas dominantes, tuvieron
como objetivo manipular a las masas todavía insurrectas a través de
leyes que, en el discurso, decían dar solución a las exigencias
revolucionarias de “Tierra y Libertad”, como el artículo 27, del
“reparto agrario”, el cuál puso en las vías de las
instituciones y la legalidad, las luchas por la tierra, sin tener que
realizar en los hechos la reforma agraria; del mismo modo, el
artículo 123, el otro antiguo “orgullo” de la constitución (que
ya no existe por las reformas neoliberales), lejos de reconocer el
derecho de organización y de huelga de los trabajadores, solo sirvió
para canalizar las luchas de la clase obrera al ámbito del estado,
lo que ocasionó la dependencia política, ideológica y muchas veces
hasta organizativa, de grandes sectores campesinos y proletarios al
estado, y sus corporaciones, como la Confederación Nacional
Campesina, y la Confederación de Trabajadores Mexicanos y muchas
otras.
Como decía, la aplicación de estas
leyes no favoreció a los de abajo, y las utilizaron los de arriba
para lo que les convenía, lo que dio lugar a brotes de rebeldía en
el campo y en las ciudades, en los que las “fuerzas del orden”
tuvieron que “solucionar” las exigencias de tierra y derechos de
los trabajadores, a sangre y fuego. Pocos años después, de
cualquier manera se fueron implementando los cambios necesarios a las
leyes, para legalizar el abuso, el despojo y la sobre-explotación de
los capitalistas. Por ejemplo, ya en 1942, el artículo 27 fue
reformado para otorgar “títulos de inafectabilidad” a los
latifundistas para la defensa jurídica de sus grandes haciendas
basadas en el despojo. 50 años más tarde, volvió a ser reformado
el mismo artículo para permitir definitivamente la compra de la
tierra como cualquier mercancía. Del mismo modo, el artículo 123 de
la ley federal del trabajo, que durante décadas pasó por un
constante pisoteo y distintas mutilaciones, y el artículo 3 sobre el
carácter de la educación, y que hoy han sido sepultados por las
reformas estructurales, fueron, en vida, las ilusiones
“democráticas”, de una “democracia” ilusoria, que
legalizaron siempre la represión policiaco-militar, cuando las
luchas no se dejaban canalizar por los medios de los de arriba.
II
En 1651, en la Inglaterra
que se debatía entre la “revolución burguesa” y la monarquía
reaccionaria, emprendiendo vuelo para convertirse en el imperio
colonial, surgió un pensador llamado Tomás Hobbes, que sentaría la
moda para siglos después, convirtiéndose en un “Clásico” de la
Filosofía y la Sociología que buscan justificar y a lo mucho
interpretar las sociedades divididas en clases. Pese a que Tomás
Hobbes haya propuesto un estado que hoy veríamos como “totalitario”,
los filósofos y sociólogos que por moda defienden la democracia
burguesa, han encontrado profundas raíces en las expresiones más
duraderas de este “Pensador Clásico”: “El hombre es el lobo
del hombre” y “El estado es un Leviatán”. Lo que me parece que
más salta a la vista es que no dice que el hombre es el lobo de las
mujeres. No es casualidad.
Si el hombre es un lobo, quiere decir
que como un animal, tiene una naturaleza intrínseca que puede ser
estudiada como se estudian las “ciencias naturales” y las
“ciencias exactas”, que con han avanzado de la mano del
capitalismo para explotación del mundo y de la gente. Si es así,
entonces las formas de dominar a los hombres, son de la misma manera
un “Arte”, una “ciencia”, que parte de una razón natural. Y
como Inglaterra es el país más avanzado, las formas de gobernar
ahí, se expandirán a todos lados, por la fuerza de la conquista y
la colonización. Quienes no se gobiernen así, no son parte del
“Hombre”, son algo inferior, mujeres, por ejemplo, niños,
indios, negros, que solo sirven para ser esclavos, como lo demostró
Inglaterra, que construyó su imperio traficando seres humanos como
si fueran mercancías. Claro que Inglaterra fue el lobo de los países
coloniales, y al interior del “Leviatán”, lo que siempre
buscaron los señores de la clase dominante fue que los hombres
pelearan entre sí, y quisieran dominar al otro, para que de esa
manera, no estuvieran unidos y no pelearan contra los de arriba. Esto
hasta hoy en día les sigue funcionando a la clase rica dominante.
Entonces dice Hobbes, “Ese gran
Leviatán (...) no es sino un hombre artificial, aunque de mayor
estatura y robustez que el natural para cuya protección y defensa
fue instituido”, es decir, podríamos entender que el “Estado”
es un “super-hombre”, o sea un “super-lobo” del hombre. Se
supone entonces, que cada “hombre” cede al “Leviatán”, un
“poco” (sí, claro, un poco...) de su libertad, para que el
Leviatán cuide la vida de todos. Es como si las ovejas le confiarán
al lobo que las cuidara. Pero claro, Leviatán no cuida de todos.
Esta Maquina de matar, esta hecha declaradamente para defender a la
propiedad privada de los que privan de toda propiedad a las mujeres y
los hombres. Por lo tanto la voluntad del estado es el interés
objetivo de la clase que domina el poder y posee las riquezas que
elaboran los especialistas politiqueros, burócratas, funcionarios, y
demás parásitos, que se expresa en las leyes y en la legalidad. La
“igualdad” que promueven estas leyes, significa que seamos todos
iguales al Leviatán, es decir “ciudadanos” aislados que
responden al dominio de un estado común, y que no atentarán contra
el orden de propiedad. Clones de Leviatán. Aunque en la realidad no
seamos iguales porque hay una clase que está arriba y otra que está
abajo, y porque cada quien es bien diferente, y también porque hay
otras formas de relación y de identidad además del “individuo
ciudadano”, como la comunidad, la tribú y otras colectividades, la
única identidad para el estado moderno es ser “idénticos”
todos, como un rebaño, para así facilitar el control.
III
En
el México actual, donde el monstruo del estado y del gobierno, lejos
de “brindar seguridad” a los ciudadanos, como repite su
propaganda, o de “cuidar la vida” de la población, dirigen una
guerra en contra de la misma, a través de sus cuerpos
policiaco-militares oficiales y clandestinos, que se sostienen además
en instituciones sirvientas al poder del dinero que pasan por encima
de los derechos sagrados del pueblo trabajador, y enriquecen a una
minoría en medio de un mar de sangre, mientras la vida, la
integridad, el libre tránsito, la libre manifestación y
organización, el medio ambiente sano, y todos los bienes comunes del
pueblo, que supuestamente están “consagrados en derechos”, son
sepultados bajo los sistemáticos asesinatos, desapariciones
forzadas, torturas, secuestros, retenes, bombas de gas lacrimógeno,
megaproyectos, carros, escudos y botas policiales... alegar el
respeto a la ley es casi un chiste. Si hicieran falta pruebas, basta
realizar cualquier “falta administrativa” para ver las cotidianas
relaciones de corrupción de los agentes de policía y tránsito, que
sacan “pa'l chesco” de las “multas por la libre”. Todos saben
que nadie respeta la constitución.
Sin embargo, no por eso la
legalidad deja de ser una fuerza poderosa. Tal vez precisamente por
eso es que es tan poderosa, ya que parece pasar desapercibida, pero a
la hora de la agresión directa, en la que se decreta, o se impone la
voluntad de los de arriba, la justificación central siempre es la
razón legal de estado de la decisión del gobierno, aunque de plano
no corresponda y viole todas las leyes, los derechos humanos, las
garantías individuales, y todas esas cosas. También, las
perspectivas de las luchas de la “izquierda” institucional, están
por completo limitadas a una supuesta y estéril “defensa de la
constitución” que en realidad no es otra cosa que la defensa del
régimen existente. Por otro lado, no muy lejos, la izquierda
ortodoxa que se dice “radical” muchas veces queda restringida a
anacrónicas “consignas” de cambios de leyes y asambleas
constituyentes, cuando no hay la fuerza ni tampoco el plan para
cambiar la correlación de fuerzas en la lucha de clases y construir
verdaderas asambleas populares. Jugar en el terreno de las leyes es
arriesgarse a luchar en el terreno de las abstracciones que hacen
parecer que el estado es “neutral” y por lo tanto, su dominación
permanente, infinita, aunque se pueda hacer más suave o más dura.
Todos los aspectos favorables para la
población de abajo que están plasmadas en las leyes, además de
servir para burlarse de forma cínica de la gente, de servir como
tapete para que el estado y el capital pisoteen los pocos derechos
plasmados en las leyes, son constante presa de las reformas y
contra-reformas por parte de los partidos políticos de la burguesía.
Los de arriba, nuestros enemigos, utilizan las leyes a su antojo en
la guerra que libran contra nosotros. Nosotros no podemos hacer
diferente, y también utilizar la ley según nos convengan, bajo el
entendido de que no es la población la que tiene la ventaja y la
hegemonía en este campo de combate. A veces es necesario librar una
lucha legal en los procesos de resistencia, también, muchas veces es
necesaria la preparación en aspectos jurídicos y legales para
desarrollar la lucha popular. Hoy, el artículo 39, que plasma a su
manera, el derecho sagrados de los pueblos a la revolución y a la
autodeterminación, es el único aspecto legal al que nos podemos
aferrar. Toda defensa de la constitución es también una defensa del
estado policiaco-militar que hoy encabeza el PRI. La frase “para
romper las leyes primero hay que conocerlas”, tal vez es cierta, en
el sentido de que debemos de organizarnos y prepararnos lo más
posible, así como los de arriba se preparan, para los combates que
vienen y la guerra que vivimos.
______________
¿Qué
vamos a hacer si no defendemos la constitución? ¿Qué sentido de
lucha le vamos a dar al pueblo en lo inmediato y concreto de sus
problemas diarios? Primero, creo que no infundir la confianza en las
leyes de la burguesía, en el mal gobierno, sino confiar en que
juntos podemos imponer y construir nuestras leyes libres, la voluntad
y la razón del pueblo, nuestro buen autogobierno... Es lo más
difícil, pero es posible, pues, además es lo que creo que hay que
aspirar si queremos vencer.
Quienes se alzan para defender las
leyes y al gobierno no se pueden estar de lado del pueblo. En
Guerrero los de arriba quieren aplastar mediante la
para-militarización a la Coordinadora Regional de Autoridades
Comunitarias – Policía comunitaria, una organización autónoma
que hace valer la justicia y la ley del pueblo, con el pretexto de
regularizar y uniformizar a la policía para el servicio del
estado-capital. La solidaridad, en la medida de cada quién, es
necesaria, y estar alerta, sobre todo ante quiénes en el discurso
dicen servir al pueblo, y en la práctica al gobierno.
Tal
vez la frase “no hay mal que dure 100 años ni pueblo que lo
aguante” también sea cierta, y 2017 no pueda celebrar el
centenario de la constitución aunque en 2010, se celebrara el
bicentenario y el centenario de la revolución. Eso deseo, pero
depende de que los pueblos logremos organizarnos para imponer nuestra
voluntad.
Bonus Track: un comentario sobre Pemex
* Pemex,
por ejemplo, que se supone que es nacional y que hace que el petróleo
sea también de la nación, en los hechos, ha sido pilar del estado
mexicano y de su legitimidad, desde la nacionalización, así como de
su corporativismo, pero en los hechos, desde hace décadas, es
precisamente botín de este estado que se hace millonario con
“nuestro” petróleo, legalmente a través de impuestos,
gasolinazos y otros medios e ilegalmente a través del tráfico en el
mercado negro, la succión y el “ordeñamiento” de los ductos por
cárteles y otras organizaciones de los de arriba. ¿Defender Pemex o
desconfiar y destruir las estructuras empresariales,
sindicales-charristas y estatales corruptas y podridas? Se podría
decir que eso solo aceleraría la privatización, y que es mejor que
sea del estado, porque según el estado controla mejor, y para que
tenga dinero y le podamos exigir que gaste ese dinero del petróleo
en otras cosas. Es cierto que la privatización se acelera, porque la
clase dominante viene con todo. Por eso nosotros también debemos de
aspirar a responder con todo. A pesar de que sea difícil imaginar a
México sin Pemex, como sin la constitución y la bandera “más
bonita” (¡Puagh! Manchada de sangre inocente...), será inevitable
y necesario deshacernos de la dependencia de los combustibles fósiles
si lo que queremos es sobrevivir como humanidad al cambio climático.
Pemex tendrá que desaparecer, como todos los pilares del
estado-capital, aunque no lo vayan a hacer inmediatamente, imaginarlo
ya nos permite tener una mirada que vaya más allá de las leyes y
realidades establecidas que nos oprimen, para ver posibles realidades
donde seamos libres, de toda dominación, y de toda contaminación
también.
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