Nota de Sin embargo.
El fracaso del PAN no sólo estriba en que perdió la
presidencia; corre el riesgo de haber perdido a sus militantes. O peor aún,
haber extraviado su mercado político natural, la derecha ideológica, a manos
del PRI. Y me parece que de las tres pérdidas la última es la más grave.
Salir
derrotado en las elecciones presidenciales, se vale, como dijo estos días
Felipe Bravo Mena, ex dirigente de este partido. De cualquier manera, el PAN no
se iba a quedar 50 años. Lo que duele de su derrota es que haya sido por las
malas razones. Y eso no lo dijo Bravo Mena.
Si el PAN hubiese perdido porque
fracasó en el intento de poner en práctica las banderas enarboladas durante
décadas de lucha como oposición, habría sido una derrota más que honrosa. Si
hubiese intentado el combate a la corrupción y a la desigualdad y la
profundización de la democracia, el PAN habría caído con la frente en alto. Y
más importante aún; pese al descalabro habría dejado una administración pública
más limpia y un andamiaje institucional más transparente y democrático.
Pero el PAN
nunca ha sido un partido de masas, sino de simpatizantes en las urnas. De hecho
la espuma que se adhirió en los últimos años tenía que ver más con el interés
por un puesto político que por una identidad partidista o ideológica.
Justamente por ese motivo, lo verdaderamente preocupante para el PAN es que el
PRI también amenaza con arrebatarle la simpatía del votante de derecha. Si el
PAN pierde eso se queda sin nada: sin banderas legítimas, sin militantes
suficientes y sin atractivo para el votante natural de derechas. Desde luego
que para un ciudadano ideológicamente muy conservador, católico activo y
creyente, y opositor a la intervención del Estado en la vida pública, el PAN
seguirá siendo la primera opción electoral. Pero ahora con reservas: ni
siquiera con ese programa ideológico el PAN fue consecuente cuando se convirtió
en gobierno. De hecho fueron los presidentes priístas tecnócratas (Miguel de la
Madrid, Carlos Salinas y Ernesto Zedillo) quienes privatizaron una porción de
la administración pública y redujeron efectivamente el peso del Estado
mexicano.
Ni Fox ni Calderón profundizaron lo que habían iniciado los tres
primeros.
El problema para el PAN es que el PRI que llegó al poder proviene de
la derecha empresarial. El grupo Atlacomulco, al que pertenece Peña Nieto, ha
sido la fracción priísta más cercana a la iniciativa privada desde los tiempos
del profesor Carlos Hank González.
Los descendientes de este último ilustran el
perfecto maridaje entre los negocios y la política: un nieto se llama
justamente Carlos Hank González, pero el González no es de los Hank sino de la
hija de Roberto González el recién fallecido dueño de Banorte y Maseca. Y qué
decir de Jorge Hank Rohn, propietario de la mayor cadena de casinos del país y
aspirante a la gubernatura de Baja California. En otras palabras, Peña Nieto
fue el verdadero candidato de la iniciativa privada incluyendo al empresariado
medio. Este sector que fortaleció al neopanismo de los años ochentas y noventas
en el norte, hoy estaría con el PRI.
Fue tan ineficiente el PAN en materia
económica, en sanear el ambiente comercial y productivo o en incentivar la
verdadera competencia, que hoy en día ha perdido la simpatía de aquellos que
comulgan con la iniciativa privada.
Esto es muy peligroso para el PAN. Las
elecciones no se ganan con el exclusivo apoyo del viejo mocho o la ama de casa
moralina opuesta al aborto. Por lo demás, los bastiones regionales panistas
ubicados en el Bajío y el Norte del país han sido los más flagelados por la
inseguridad y el predominio del narco tráfico que padecimos con el
calderonismo. La población civil tiene pocas razones en estas zonas para
simpatizar con el PAN que se acaba de ir. En suma, el PAN se ha convertido en
un espejismo de lo que fue. Eso es peligroso para el país. La mayor parte del
territorio es bipartidista en realidad: el sur y el centro se debaten entre PRI
y PRD; el Norte y el Occidente entre el PRI y el PAN.
El desplome de este
último deja al tricolor como partido único en amplias regiones de México. Y
peor aún, lo deja como fuerza predominante del centro y de la derecha
ideológica. Demasiado poder para nuestra endeble democracia. ¿No cree usted?
@jorgezepedap
www.jorgezepeda.net
Este contenido ha sido publicado originalmente por
SINEMBARGO.MX en la siguiente dirección:
http://www.sinembargo.mx/opinion/02-01-2013/11694.
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