Texto de Epigmenio Ibarra
No he de utilizar este espacio para responder la retahíla de
insultos de Carlos Marín. Está en su derecho de pensar, decir o escribir de mí
lo que se le dé la gana. No puedo, sin embargo, dejar pasar su grosería cuando,
en su artículo “Alusiones personales de Epigmenio”, califica de “roñosas” las
causas con las que simpatizo. Menos todavía si unas líneas más adelante las
enlista así: “EZLN, Morena, Guardería ABC, #YoSoy132…”.
La rabia con la que escribe ciega a Marín y lo hace errar el
tiro. Los movimientos de los que habla o son protagonistas de primera línea en
la lucha por la justicia y la democratización del país como el EZLN, Morena y
#YoSoy132 o son resultado de una tragedia atroz como la Guardería ABC que
expresa el profundo nivel de descomposición de un régimen que no es capaz, ni
siquiera, de cuidar a sus niños.
Operando con la lógica de esos que buscan “la mano que mece
la cuna”, Marín parece desconocer la raigambre, el sentido, la dignidad, el
origen mismo de estos movimientos. No se da cuenta que son la expresión
auténtica, casi telúrica, de la demanda no atendida de justicia y equidad, de
un reclamo en contra de la impunidad y la corrupción, de un descontento que
recorre el país desde lo más profundo de la selva hasta las más céntricas
avenidas.
No hay otro autor, detrás de estos movimientos, que el mismo
régimen. Es la ceguera de quienes nos han gobernado durante décadas; su
insensibilidad brutal la que ha hecho a la gente organizarse y luchar. Cae
Marín en la lógica fácil de quien, insisto con la metáfora del titiritero,
pretende desvirtuar, descalificar movimientos sociales considerándolos
resultado de la acción de un personaje que, desde la oscuridad, mueve los
hilos.
Dicho esto paso a reconocer que, en efecto, desde que fui
invitado a colaborar en este diario no se ha tocado ni una sola vez, en 11
años, ni una sola coma de los textos que semanalmente he escrito y publicado.
He gozado siempre de una libertad absoluta para escribir lo que pienso y lo que
creo; ¿acaso hay otra manera de hacerlo?
No he recibido nunca llamadas ni del dueño del periódico, ni
de la dirección del mismo para “orientar” mi trabajo. Tampoco he recibido
“sugerencias” y menos órdenes para cambiar un texto o bajarle de tono. Por eso
he permanecido aquí todos estos años. Por eso considero un privilegio escribir
en estas paginas cada viernes. Por eso también es que he decidido permanecer
aquí.
Tengo un deber primordial e ineludible con los lectores con
los que desde hace años cumplo una cita semanal. No seré yo quien les falle.
Menos por una polémica que, indebidamente, ha subido de tono. En el pasado he
debatido con otros colaboradores, entre ellos el propio Ciro Gómez Leyva, con
dureza pero con corrección. Jamás, hasta ahora, había recibido insultos y
nunca, ni ante los golpes recibidos desde el 1 de diciembre, he insultado a
nadie.
Respondí a los ataques que a través del diario, la radio y
la Tv recibí. No lo hice a través de “alusiones” como escribe Marín pues en mi
texto “¿Qué pretenden Marín y Ciro?” les puse nombre y apellido. Tampoco “me
fui con insana impunidad contra esta casa editorial”. Critiqué, eso sí, el
manejo de las encuestas en el periodo electoral, cosa que vengo haciendo hace
meses y el pacto celebrado entre varios medios para “administrar”, más bien silenciar
desde mi punto de vista, la información sobre la guerra de Felipe Calderón.
Pacto que, por otro lado, denuncié desde el mismo día que se firmó.
No sabía que la libertad se puede volver insana, es decir
inmoral, dañina para el espíritu, mala para la salud si se toca al director
general. Si se cuestiona su proceder. Si se responde a su golpeteo. Si se
reclama la reparación del daño que Marín, sin atender razones, continúa
infringiéndome al calificar como “patraña”, “mentira o maniobra política” mi
información, corregida unos minutos después en la radio y en el mismo tuiter, a
propósito de que, uno de los heridos graves en los disturbios de San Lázaro,
habría muerto.
Tampoco sabía que la libertad de esta “generosa casa” se
tasara en pesos y centavos. Y que fuera tanta, como lo dice Marín, que hasta
cinco artículos que no entregué me fueron pagados por el diario. Nunca solicité
ese pago indebido. Ni siquiera me enteré del mismo. Le envié ya a Marín el
dinero: me lo devolvió. Hago gestiones para entregarlo formalmente a la
administración.
Dice Carlos Marín que he actuado con “insana impunidad”.
¿Debo entonces, ateniéndome al significado de la palabra impunidad, recibir el
castigo merecido? ¿Es ese castigo la velada amenaza de despido; la promesa de
extenderme una recomendación si decido irme a escribir a otra parte?
Escribí la semana pasada sobre la inversión que se ha
producido en nuestro país en la relación entre medios y poder. Hablé de cómo
medios y periodistas parecen haberse transformado en el poder mismo. ¿Será que
ya se asumieron en la prensa los usos y costumbres de los jefes políticos a
quienes nadie puede tocar? ¿Será que ya no se puede debatir con los directivos?
¿Que ha de dejarse pasar un insulto de los mismos? ¿Qué hemos vuelto a los
tiempos del “Magister dixit”?
Lo dije antes y lo reitero, he gozado estos 11 años de una
libertad que me honra y honra al diario en el que he escrito. Una libertad que
no es dádiva sino conquista. Que no es patrimonio de unos cuantos. Que a todos
pertenece y a todos, también, nos toca defender.
http://www.milenio.com/cdb/doc/impreso/9167816
Si!! ahora salio trasquilado, solo se debe a estar en el mismo medio lleno de hipocritas manipuladores, hoy le toco a usted, E-pigmeo, pero cuantas veces no fue usted el protagonista e incitador de la mentira, denostacion y falacia! El que con lobos anda, mordido queda Aunque aullar sepa. El que se ríe, se lleva, Hipocrita.
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