El cyberbullying es efectivo precisamente por la conformación exterioceptiva de los humanos: nos reconocemos en una imagen exterior, misma que conforma y aliena al sujeto
EMET- Martes, 13 de noviembre de 2012
Las tensiones y conflictos entre personas son tan viejas como el mundo. Hasta donde nos alcanza la memoria, sabemos que han existido conflictos entre los humanos, precisamente por las diferencias (raciales, religiosas, ideológicas, económicas, etc.)
El desarrollo tecnológico ha posibilitado el intercambio de información, acortado las distancias y los tiempos de manera vertiginosa, al grado de transformar radicalmente la forma de vernos a nosotros mismos e interactuar con el otro. Sin embargo dichas herramientas tecnológicas encuentran amplias aplicaciones en diversos campos, como lo es en el crimen y la violencia familiar e institucional. Haciendo aún más complejo el modus operandi de bandas del crimen organizado, cómo de la agresión y violencia que se presenta entre miembros de una comunidad, familia e institución educativa, planteando retos específicos. En éste último, por ejemplo, ¿Cómo encarar (legislar, atender, prevenir, etc.) el cyberbullying que se presenta entre estudiantes, si precisamente la internet, es un ámbito que rebasa los límites de la escuela?
Partamos de una pregunta: ¿Qué efecto tiene la tecnología en el cuerpo y en las relaciones que establecemos los sujetos? Por un lado, en cierta forma la tecnología se vuelve parte del cuerpo (celulares, computadoras, etc.) una extensión del mismo en tanto que responde integrándose a eso que del cuerpo humano que siempre es inacabado e incompleto; podríamos decir que todo cuerpo humano es exterior e incompleto, de ahí que las prótesis (materiales y conceptuales) le den forma. Precisamente por eso, lo que se dice/escribe/muestra sobre alguien en la “red”, puede atrapar a quien se reconoce como ese/esa a la que le tomaron la foto y dicen tal o cual cosa.
El cyberbullying es efectivo precisamente por la conformación exterioceptiva de los humanos: nos reconocemos en una imagen exterior, misma que conforma y aliena al sujeto, imagen que es puesta en jaque ante ciertas experiencias en las que se pierde su “protección”, experiencias límites –podríamos decir- donde algo se mueve, “se mueve el tapete”, se siente terror (se mueve la tierra) ante el cambio y lo nuevo, la falla, la imposibilidad.
Los insultos al tocar el cuerpo ideal, su imagen, impactan directamente en el sentir del cuerpo. De ahí que un sujeto sufra los efectos de lo que se dice/escribe/muestra en imágenes de lo que se dice sobre sí en determinado lugar (la cara, el pájaro, mi espacio) de la red (Facebook, Twitter, blog, My Space, etc.) donde circula un insulto. Los reconocimientos, piropos y halagos, funcionan por la misma razón y en el mismo circuito que los insultos: afectando – de diversas formas- la imagen ideal que se cree tener; circulando de boca en boca o de ojo en ojo, "eso" que da de que hablar, y de lo cual participan quienes se congregan en dicha relación, aquí las líneas entre víctima y victimario, como entre buleado y buleador se diluyen, e interactúan entre sí.
Entender la lógica con la que se mueven las palabras y las imágenes en la producción del lazo social y la conformación de la identidad del sujeto, permite intervenir, tanto institucional como personalmente, para desafectarse de dichas experiencias de amor/odio mediante las cuales se vinculan los humanos. Esto debe ser lo primordial, que tanto el que agrede como el que es agredido, tomen conciencia de aquello que se pone en juego cuando interactúan, más allá de establecer –una vez más- una salida tecnológica de “tumbar” la señal de celulares, hackear cuentas de correo, redes sociales, etc. para “ponerle fin” al acoso.
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Twitter: @CamiloRamirez_ Camilo Ramírez Garza - Opinión EMET
http://revistaemet.com/nota/el-cyberbullying-/13583
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