Nota de La Jornada.
¡La calaca!, gritaron al unísono 154 personas, hombres y
mujeres, de diferentes edades, empapadas hasta el último rincón de su cuerpo
desnudo, al final de su participación, en la instalación Espíritus, del artista
neoyorquino Spencer Tunick, con la que se clausuró la primera edición del
Festival de la Calaca, que se llevó a cabo en esta ciudad del primero al 4 de
noviembre.
Ni el frío, ni la pertinaz lluvia, que empezó desde el
sábado en la noche, detuvieron la instalación pensada al principio para las 300
personas, que originalmente se inscribieron.
Fue como ver el espejo de nosotros mismos, vernos tal cual
somos, más allá del físico o la clase social, expresó alguno de los "modelos". Los participantes fueron
convocados en Los Senderos a las 14 horas, pero nadie sabía realmente a qué
horas iba a realizarse la instalación, aunque desde un principio Tunick dijo
que sería al anochecer. Los participantes recibieron gruesas cobijas color
beige para mantenerse calientes.
Cerca de las 17:30 horas, los participantes llegaron al
campo con sus respectivas telas blancas y transparentes que, por la lluvia, ya
no fueron vaporosas, como se tenía previsto. Mientras, Tunick y su equipo no
cesaban de dar instrucciones. Para una primera toma los participantes
estuvieron distribuidos en una extensa fila a lo largo el campo.
Para una segunda la instrucción fue: Extiendan la tela en
frente del cuerpo y cierren los ojos, no sonrían. ¿Una más?, preguntó Tunick, y
los espíritus contestaron: Sí, sí. Entonces, todos se adentraron en el campo.
Todos en el monte. Más para este lado. Sepárense, eran las órdenes. En eso,
bajó corriendo el artista, resbalándose. Acercaron una escalera, Tunick subió.
Empezó el acomodo de telas, mientras gritaba: Pónganse
derechos para ver las chiches.
Tunick se subió nuevamente a la escalera para sacar la foto,
una sombrilla lo protegía de la lluvia. ¡Cabrón!, se escuchó por allí. Para
entonces, la esposa de Tunick también ayudaba en el acomodo de las telas que no
obedecían como hubiera sucedido sin lluvia.
A las 18 horas todo había acabado. Los participantes,
jubilosos, empezaron su retirada del campo. Desafortunadamente, no había
condiciones para que se vistieran. Se veían cuerpos desnudos correr por todos
lados, bajo la lluvia, buscando un lugar para vestirse. Cumplida la tarea, los
participantes se retiraban del lugar en medio del lodazal. Ahora, sólo falta
que el artista les haga llegar una fotografía firmada por él como agradecimiento
por su participación.
Inolvidable final de la primera edición Festival de la
Calaca, en San Miguel de Allende, Guanajuato.
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