Por: Adela Navarro Bello
Hasta el 31 de octubre de 2012 y comenzando el 1 de
diciembre de 2006, en el sexenio de Felipe Calderón Hinojosa sucedieron 83 mil
191 ejecuciones, producto de la fallida guerra contra el narcotráfico. En
total, durante el mismo periodo, en México se registraron 203 mil 690
homicidios dolosos y culposos. Ejecuciones se refiere exclusivamente a aquellos
hombres, mujeres y niños que fueron muertos con violencia característica del
crimen organizado y el narcotráfico; dichas muertes fueron en ascenso desde el
mes uno en que Felipe Calderón emprendió la fallida estrategia contra la
inseguridad, basada en sólo dos principios: el patrullaje y la persecución de
criminales por parte de las fuerzas armadas representadas por el Ejército y la
Marina; y la aprehensión de cabezas de organizaciones criminales.
El dramático ascenso del número de víctimas desde 2007 a la
fecha es símbolo de la creciente descomposición del sistema preventivo, de
justicia y procuración de la misma en México, que dieron como resultado la
impunidad a los narcotraficantes y verdugos de mexicanos y mexicanas: en 2007
se registraron 2,826 ejecuciones; en 2008, 6,837; 11,753 en total en el año
2009; para 2010 la cifra ascendió a 19,546 ejecutados; 24 mil 68 al año
siguiente, y en este 2011 y hasta el 31 de octubre: 18 mil 161. La baja cifra
en el último año –alta realmente pero en comparación a los dos últimos años
disminuida– no significa que haya bajado el nivel de ejecuciones, sino que las
autoridades encargadas de hacer los conteos oficiales tienen hasta el 31 de
octubre los datos, por lo que no están consideradas las bajas en esa misma
categoría en los últimos dos meses del año, el noviembre que aun vivimos y el
diciembre que nos falta.
En total en el sexenio sucedieron 114 mil homicidios
dolosos, es decir que hubo una intensión directa de asesinar a esas personas;
en esta categoría se encuentran los ejecutados, los más de 83 mil muertos en
seis años de gobierno de Felipe Calderón Hinojosa. De acuerdo al sistema
nacional de seguridad, en el mismo periodo –enero 2007 a octubre 2012– se
presentaron 100 mil 180 denuncias por homicidios dolosos.
Lamentablemente para la certeza jurídica y para el
esclarecimiento de la información, la Procuraduría General de la República no
presenta las cifras de los niveles de impunidad, es decir, cuantas de esas cien
mil denuncias están resueltas, o en proceso de, ya no digamos con los asesinos
en la cárcel, sino con averiguaciones previas que señalen quiénes fueron y
cuáles los motivos.
El no hacer eso, el
no llevar a cabo la tarea de procuración de justicia, nos llevó a los mexicanos
a observar la consolidación de la impunidad. Pocos –queremos pensar– han sido
castigos por haber matado a alguien. Lo cual lleva a la inevitable premisa de,
donde no hay castigo hay aliento para la comisión de delitos. En muchos de los
casos, la Procuraduría General de la República, a sabiendas de que estos
crímenes fueron producto del narcotráfico o el crimen organizado, dejó la
investigación y la apertura de los expedientes, en tutela de las Procuradurías
locales que en tiempos donde ni siquiera el narcomenudeo estaba en su área,
debían apechugar con la investigación de delitos del fuero federal más los de
ellos en el ámbito común. La fallida estrategia contra la inseguridad del
fallido gobierno de Felipe Calderón Hinojosa fue el caldo de cultivo para esas
más de 83 mil ejecuciones.
Detener a los capos de la droga, siendo ese el objetivo
primordial y no integral de una hazaña ordenada con justicia, prevención y
procuración, provocó que las propias organizaciones criminales se dividieran el
terreno y atentaran contra los mexicanos. De siete cárteles que se
contabilizaban cuando Calderón tomó protesta, hoy día se cuentan 31
organizaciones criminales, muchas de ellas cartelitos emanados de escisiones
ante el descabezamiento de algunas estructuras mafiosas. El mismo reporte de
ZETA menciona un crecimiento promedio de organizaciones criminales por año,
hasta llegar a las mencionadas. En 2012 y como se dio a conocer hace unos días,
aparecieron La Empresa, Guerreros Unidos, Los Rojos, Los Legionarios; sumados a
los “tradicionales” criminales agrupados en el cártel de Sinaloa, del Juárez,
Arellano, Milenio, y otros que se empoderaron como Los Zetas, La Resistencia,
Gente Nueva, Los Caballeros Templarios, La Línea, La Familia, etcétera.
Estos pues, son los desastrosos resultados de la guerra
emprendida por el Presidente Felipe Calderón contra el narcotráfico. Que dejo
de proveer justicia, que no persiguió el lavado de dinero, ni desestabilizó las
finanzas de los criminales, que tampoco los persiguió para detenerlos por sus
crímenes, que sólo se concentró en detener dirigentes criminales para ganar la
nota y notoriedad, sin buscar solucionar el problema de fondo erradicando el
mayor daño que México ha tenido los últimos seis años: la impunidad.
Este contenido ha sido publicado originalmente por SINEMBARGO.MX
en la siguiente dirección: http://www.sinembargo.mx/opinion/27-11-2012/10935.
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