Por: Jenaro Villamil para Sin embargo.
Antes de la irrupción del movimiento #YoSoy132, en plena
campaña presidencial, un fenómeno agudizado en los últimos meses despertó los
focos rojos al interior de Televisa: el gigante estaba perdiendo aceleradamente
a las audiencias menores de 25 años, urbanas, con preparación universitaria y,
lo peor de todo, de clases media y media alta.
En otras palabras, el Canal 2 de
Televisa ya no les dice nada (o muy poco) a los adolescentes y jóvenes de ahora
que serán los futuros adultos y consumidores de información y publicidad
mexicanos en los siguientes diez años.
Ni los gustos musicales ni las películas ni las modas y
mucho menos la información se define en función de los contenidos de la
televisión abierta mexicana para esta minoría de jóvenes que tienen acceso a otras
fuentes y canales de expresión. Televisa es una referencia del establishment y
TV Azteca se ve como una muestra de la vulgarización del mismo modelo. Desde
2009 a la fecha, las nuevas plataformas de comunicación interactiva,
especialmente Facebook, Youtube y Twitter, irrumpieron en este mismo sector
como alternativa, como medio y como plataforma de información en sí mismos.
Televisa ya era considerado como un monopolio con una agenda
muy específica: llevar a su candidato a la presidencia de la República. De
pronto, los creativos de Televisa se dieron cuenta de algo más grave de lo que
imaginaban: “lo de hoy” era estar en contra de Peña Nieto y de los productos
del Canal de las Estrellas. La rebelión sigilosa e invisible para la pantalla
comercial era en contra de la monopolización de los contenidos y la pretensión
uniformadora de la agendas de cultura de masas.
El episodio del ex gobernador mexiquense en la Feria
Internacional del Libro de Guadalajara, en diciembre de 2011, clarificó esta
tendencia. Ocho de cada diez mensajes en Twitter y más del 70 por ciento de los
videos de Youtube y de las referencias en Facebook eran una burla a la
ignorancia de Peña Nieto. #SoyProle se convirtió no sólo en Trending Topic sino
en definición política de una generación frente al fenómeno mercadológico.
Cuando irrumpió el movimiento #YoSoy132 era muy claro que, en cualquier
circunstancia, la rebelión silenciosa iba a tener rostros y a tomar la calle.
El equipo de Peña Nieto y Televisa nunca imaginaron que un
evento en la Universidad Iberoamericana derivaría en el dolor de cabeza
reciente: la exigencia de democratización de los medios de comunicación.
Desde que nació el movimiento #YoSoy132 se apresuraron a
minimizarlo, a relativizarlo y a partidizarlo. “Son manipulados por López
Obrador”, “han sido infiltrados por Atenco”, “ternuritas que no saben para qué
intereses trabajan”, “son una moda”, etc. A pesar de todo y sin la milésima
parte de los recursos de una campaña presidencial, los integrantes del
movimiento se organizaron, se fragmentaron y deliberaron, pero, sobre todo, se
convirtieron en un mensaje en sí mismo, la contraparte del monopolio mediático
y político.
El primer ensayo para debilitar y fracturar a un movimiento
tan heterogéneo como la propia composición social de sus integrantes, ocurrió a
través del caso de Saúl Alvídrez, uno de los creadores del concepto #YoSoy132
desde el Tec de Monterrey. El golpe fue en redes sociales y en algunos medios
de comunicación masiva. Era un anuncio de lo que podía venir. A pesar de eso,
#YoSoy132 no abandonó el eje central a partir del cual ha construido una causa
social y generacionalmente extendida: la democratización de los medios. Y como
derivación de este tema, la denuncia a la concentración y al poder monopólico
de Televisa, el ícono empresarial de este modelo.
En vísperas de la toma del poder de Peña Nieto, Televisa ha
ensayado una nueva fórmula para demostrar que es un monopolio amable y hasta
radical chic. Inventaron en el peor horario (domingo a las 22 horas) y en el canal
de menos audiencia (Foro TV) un programa de debate con jóvenes “rebeldes” para
demostrar que la empresa de Emilio Azcárraga Jean está dispuesta a la apertura.
El experimento fue un éxito en redes sociales por la
polémica generada en torno a la figura de Antonio Attolini, ex vocero del
#YoSoy132, un joven con facilidad para la polémica y el debate. “No queremos
Attolini con el dedini”, twittearon infinidad de usuarios para desmarcarse del
caramelo envenenado que Televisa planteaba. Pronto quedó claro que no se
trataba de un asunto de libertad de expresión sino de congruencia. Los caballos
de Troya ensayados por Televisa han resultado ser caballitos de papel.
Atractivos para quince minutos de fama efímera. Ineficaces para recuperar
credibilidad.
La primera emisión del programa Sin Filtro prácticamente
pasó desapercibido entre las mismas audiencias jóvenes que ha perdido Televisa
en los últimos años. El tema fue, precisamente, la democratización de los
medios. Un debate de café en cualquier universidad privada hubiera estado más
coherente que esa emisión. Parafraseando a McLuhan, el problema no es que el
medio sea el mensaje sino que el monopolio quiera dar un mensaje incongruente
con su naturaleza. Ahí radica la falta de credibilidad de este intento reciente
por recuperar de lo perdido, lo que aparezca.
www.homozapping.com.mx
Este contenido ha sido publicado originalmente por
SINEMBARGO.MX en la siguiente dirección:
http://www.sinembargo.mx/opinion/31-10-2012/10440.
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