PRI enfría euforias
Una locura en el Senado
¿Divergencias EPN-FC?
Moreira y los narcoempresarios
Texto de Julio Hernández López para La Jornada.
Manlio Fabio Beltrones fijó ayer distancia de la bancada
priísta que tiene mayoría en San Lázaro respecto a los presuntos grandes avances
en materia de democracia y control contable de sindicatos que el calderonismo
festejó en el Senado como si fueran un hecho.
Quien habrá de encargarse de determinar tiempos y
circunstancias será el presidente de la comisión encargada de asuntos del
trabajo en esa cámara, Carlos Humberto Aceves y del Olmo, cetemista de
experiencia legislativa (ha sido senador y diputado otras dos veces). Para que
no haya duda de lo que le espera a la reforma sindical tan cacaraqueada por el
panismo, con los partidos de izquierda a remolque, el diputado Aceves ya dijo
que no se aprobará lo enviado por los senadores nomás porque sí, pues algunos
de los cambios de última hora "son una locura”.
La defensa cerrada del sindicalismo dinosáurico por parte
del PRI es absolutamente explicable a partir de los pactos realizados por el
nuevo copresidente de los intereses tricolores, Enrique Peña Nieto (el otro
copresidente es Carlos Salinas de Gortari) con los grandes caciques gremiales.
Pero lo sucedido primero en el Senado, y ahora en la Cámara de Diputados,
genera preguntas relacionadas con el grado de entendimiento y complicidad
operativa que tienen en estos momentos el saliente Calderón y el entrante Peña.
Aún cuando escenográficamente hay notables esfuerzos por exhibir una presunta
transición de terciopelo, con reuniones grupales de horas, episodios como el de
la reforma laboral parecen haber llevado a los dos personajes por caminos no
sólo distintos sino tal vez confrontados. El peculiar comportamiento de
senadores panistas obstinados en aparecer como presuntos liberadores históricos
del proletariado y sus malvados caciques sindicales, a sabiendas de que lo que
se cambiara en Paseo de la Reforma podría ser corregido o tumbado en San Lázaro,
fue una desvergonzada representación teatral con fines electorales, para
mostrar al PAN tan defensor de los intereses de los trabajadores como nunca lo
fue desde el poder federal que ocupó durante dos sexenios. Ahora se impone la
realidad aplastante del dinosaurismo sexenalmente triunfador: con 251 votos en
la Cámara de Diputados, más los que pueda pepenar, el PRI hará lo que quiera y
le convenga en el tema laboral y sindical, dejando lo que es lesivo para los
trabajadores y limando lo sindical que a los líderes les incomode. Y dejando la
presunta gloria de esas reformas a Enrique Peña Nieto y no a Felipe Calderón.
Es decir, desahogándolas y confirmándolas en el tiempo de ejercicio de poder
del priísta, no antes.
El ex gobernador de Coahuila y ex presidente nacional del
PRI, Humberto Moreira, ha hecho saber que la procuraduría de justicia de ese
estado le informó que el asesinato de su hijo, José Eduardo, fue una venganza
de narcotraficantes porque ese mismo día policías estatales habían acribillado
a un sobrino de Miguel Ángel Treviño Morales, el Z-40. Es decir, en una acción
del gobierno de su hermano Rubén fue ejecutado un familiar de un alto jefe de
los zetas que en venganza mandó matar no a un hijo del propio Rubén sino de
Humberto, hermanos estos que mantienen crecientes diferencias políticas.
Pero, en otro punto de las declaraciones que ayer fueron
publicadas, no ha de ser por su circunstancia política específica, ni por el
terrible dolor que vive luego del asesinato de su hijo, que deban descalificarse las palabras acusatorias de
Humberto Moreira contra empresarios que se benefician alegremente del negocio
del narcotráfico y son corresponsables de la violencia criminal que sufre el
país.
Más allá de que en momentos trágicos lo esté diciendo el ex
gobernador de Coahuila y ex presidente nacional del PRI, lo cierto es que en
este México rojo hace falta revisar el papel de empresarios, banqueros y otros
miembros destacados de los intocados circuitos del gran capital, que se han
enriquecido notablemente a sabiendas de que la prosperidad de sus negocios está
relacionada con dinero y haberes provenientes del crimen organizado. A
diferencia de la explosiva y multitudinaria guerra que ha librado contra la
vertiente popular del narcotráfico y delitos conexos, Felipe Calderón nada ha
hecho para frenar de verdad el lavado de dinero ni para castigar operaciones
que obligadamente se realizan en los ámbitos empresariales a partir de dinero
sucio.
Astillas
El autor de las presentes líneas participó durante dos años
en un programa de Televisa, El cristal con que se mira, en específico en el
segmento semanal denominado La mesa de los periodistas, con Raymundo Riva
Palacio y Marcela Gómez Salce, bajo la conducción de Víctor Trujillo, quien
sostuvo una línea invariable de respeto absoluto a lo que allí se expresara.
Sabedor de que sin traicionar las convicciones y principios se puede pasar por
las pantallas de televisión (sirenas electrónicas que pueden invitar a
hipotecar la conciencia con tal de seguir gozando de fama y presencia), este
tecleador considera que la apertura de ForoTv a jóvenes que participaron en el
movimiento 132, con Antonio Attolini como centro de una apasionada polémica,
debe ser juzgada conforme a los hechos periodísticos y la sustancia de debate y
análisis que allí se presente.
Y, mientras Calderón sigue bromeando respecto a AMLO, ahora
al comer en Tabasco pejelagarto en empanada (antes, en otra gira, había jugado
con la idea del complot), ¡feliz fin de semana!
Twitter: @julioastillero
Facebook: Julio Astillero
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